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El proyecto de Pluma y Lápiz (1912)

El proyecto de publicación de Pluma y Lápiz (1912) surgió a partir de la iniciativa de Fernando Santiván (1886-1973) al conocer que un librero amigo, Arturo Alezon -quien se hacía llamar "D'Alezon"- había comprado una imprenta. Ambos acostumbraban a charlar acerca de la necesidad de fundar una revista, por lo que la noticia de la adquisición de la imprenta fue el impulso para concretar el proyecto (Santiván, Fernando. Confesiones de Santiván: Recuerdos Literarios. Valdivia: Ediciones Universidad Austral de Chile, 2016).

Por esos días, Santiván se encontró con Daniel de la Vega (1892-1971), a quien le planteó la propuesta y juntos improvisaron una lista de colaboradores: "Manuel Magallanes Moure se haría cargo de la crítica de pintura, Armando Donoso de la crítica literaria, y Yáñez Silva de la sección teatros. Ernesto Montenegro escribiría correspondencias de Valparaíso, y todos los autores más destacados contribuirían con cuentos y versos". Formaron parte de este equipo más estable también Cristóbal Fernández y Mariano Latorre (1886-1955). El primero fue el director artístico de la revista, "muchacho andaluz, vehemente y ruidoso, que dibujaba muy bien, con una graciosa elegancia" y que se dedicaba a pintar "avisos para casas comerciales" en una oficina de la calle Bandera en Santiago. Latorre, por su parte, "llevó unas impresiones de un viaje al sur" a la redacción para que fueran publicadas, "tan extensas, que Santiván, a pesar de su afecto por Latorre, tuvo vacilaciones hondas. De cada uno de sus bolsillos, Latorre sacaba gruesos cuadernos escritos con una letra menudita que mareaba", pero que finalmente decidieron incluir como folletín (De la Vega, Daniel. "Pluma y Lápiz". Las Últimas Noticias. 22 septiembre 1962, p. 17). Estos textos luego constituyeron el libro Cuentos del Maule, parte de los primeros libros de cuentos de Latorre.

En su primer número, apareció el editorial "Nuestra revista", en el que los redactores de Pluma y Lápiz plantearon que la publicación se editaba, por un lado, y considerando al público lector, con el fin de "entretener el hastío de un rudo castellano y a saciar las vagas nostalgias de unas frágiles prisioneras de hierros y muros, cantando hazañas de esta vida contemporánea: el amor y el odio, el dolor y la alegría, eterna arcilla en que se modela la humana existencia". Por otro, en cuanto a los artistas, se planteó como "un hogar común, un lazo de fraternidad, una tribuna de amplia franqueza, como aquellas modestas revistas que dirigieron Cabrera Guerra y Augusto Thomson. Su mismo título, 'Pluma y Lápiz' pretende ser una evocación de ese pasado de sana, de alegre camaradería intelectual" ("Nuestra revista". Pluma y Lápiz. Número 1, 19 julio 1912, p. 1). En este sentido, se reconocía cierta continuación con la publicación homónima que apareció entre 1900-1904.

La revista contó con elementos similares a Pluma y Lápiz (1900-1904), como, por ejemplo, un amplio espacio para la difusión de la literatura, el uso de ilustraciones y la promoción de colaboradores jóvenes, varios de ellos vinculados con la sensibilidad modernista. Sin embargo, en la publicación de 1912 la caricatura no tenía un espacio tan predominante como el que tuvo en el medio dirigido por Marcial Cabrera Guerra (1871-1912); presentaba mayor espacio en sus páginas para los artículos de pintura y escultura; y se editaba en un momento en que ya otras publicaciones magazinescas eran conocidas, como fue el caso de Sucesos (1902-1932) y Zig-Zag (1905-1964).

Pluma y Lápiz (1912) indicó en el editorial de su segundo número que su carácter como medio era más bien artístico e intelectual, y que se alejaba de aquellas publicaciones que "con sus grandes recursos tipográficos, su elegante ostentación de colores y grabados, pueden seguir triunfando; nosotros, con nuestro contingente de escritores que expriman su cerebro en la dorada e insaciable copa del arte, llamaremos a nuestro lado a todos los que deseen escuchar el cálido murmullo de la juventud que siente y que piensa" ("Primeros pasos". Pluma y Lápiz. Número 2, 26 julio 1912, p. 1).

A pesar de esta distancia que establecía con las publicaciones que ya estaban integrando "nuevos códigos de imagen y de la fotografía", en alusión a las publicaciones magazinescas, en Pluma y Lápiz (1912) se permearon igualmente tales recursos. En este sentido, aparecieron algunos de los procedimientos de dichos magazines, como la "mayor importancia de la fotografía" y "la variedad y desjerarquización de los temas" (Ossandón, Carlos. "Los inicios de la 'cultura de masas' en Chile". Historia y Comunicación social. Volumen 7, 2002, p. 163-165). Por ejemplo, este último aspecto se observaba en una de sus ediciones en la que aparecía en una misma página poemas y una fotografía de "niños cuadrúpedos" (Pluma y Lápiz. Número 8, 6 septiembre 1912, p. 19).