A fines de los años cincuenta el teatro infantil cobró nuevas fuerzas con el estreno de La Princesa Panchita de Jaime Silva en colaboración con Luis Advis, montada por el Teatro de la Universidad de Chile. Motivadas por el éxito de la producción y por la necesidad de un teatro atractivo para los niños de la época, muchas mujeres impulsaron el desarrollo de este género.
Mónica Echeverría (1922), integrante de la compañía ICTUS, tuvo la iniciativa de comenzar un Departamento de Teatro Infantil que itineraba por colegios y poblaciones improvisando en los escenarios. De su autoría, montaron las obras El gallo Quiquiricó, Las nuevas aventuras del gallo Quiquiricó y Chumingo y el pirata de lata, que escribió conjuntamente con Jorge Díaz, además de la adaptación de Pedrito y el lobo de María de la Luz Uribe.
Ruth Baltra Moreno (1938), actriz, directora y dramaturga, se ha destacado no solo por sus montajes, sino también por su constante dedicación al desarrollo y difusión del teatro infantil por medio de talleres y un trabajo teórico de elaboración de textos y antologías escolares.
Patricia Morgan (1904-1978), poeta y dramaturga, tuvo su propia compañía de teatro infantil, junto a la cual estrenó varias obras, algunas adaptadas de cuentos tradicionales como Pinocho y La bella durmiente, y una saga en torno a su personaje "Pirincho".
La actriz y dramaturga Maite Fernández ha contado, entre sus múltiples proyectos, con importantes montajes infantiles como El ahijado del viento, en el que dos niños recorren Chile, y su obra más famosa Para saber y cantar, llevada a escena por la compañía ICTUS, donde una madre le cuenta a un niño un cuento y los personajes van saliendo de un baúl para maravillar al público.
Isidora Aguirre también hizo su aporte con la comedia Don Anacleto avaro, que es recurrentemente montada por talleres escolares. También la escritora de narrativa infantil Alicia Morel contribuyó a esta renovación con sus obras La hormiguita cantora y el duende Melodía y La flauta encantada.