Durante la década de 1930, la publicación de libros y revistas orientadas al público infantil aumentó. Según Manuel Peña, en este periodo, "la literatura infantil llegó a constituir casi una obsesión en la mente de los escritores, editores, maestros, dibujantes, folklorólogos, padres y niños. Surgieron títulos importantes y los escritores que se destacarían con el tiempo en este género literario publicaron sus primeros libros" (Peña Muñoz, Manuel. Historia de la literatura infantil chilena. Santiago: Andrés Bello, 1982, p. 29).

En el ámbito de las publicaciones periódicas, aparecieron varias revistas dirigidas al público infantil, como fueron los casos de Mamita (1931-1933), editada por Zig-Zag, y dirigida por Amanda Labarca (1886-1975); y El Abuelito (1934-1935), dirigida por Henriette Morvan, seudónimo de Enriqueta Petitpas Cotton (1900-1999) (Poirier, Elena. Elena Poirier, ilustradora. Santiago de Chile: Museo Histórico Nacional, 2015, p. 64).

Unos años antes, la revista Para todos publicó una sección orientada al público infantil, a partir de su segundo número, con el título "Para los niños", aunque también apareció con el título "La página de los niños".

Esta sección fue recurrente y, por lo general, ocupaba una o dos páginas de la revista, hacia las últimas hojas de cada número. En ella se publicaron relatos cortos y tiras cómicas, usualmente, sin firma de sus autores o autoras. A partir de 1928, la sección incluyó también máximas, curiosidades, "pensamientos" y cuentos.

En el caso de las tiras cómicas, las historietas publicadas solían tener alguna enseñanza. Por ejemplo, en el número seis del medio, apareció la secuencia de viñetas "La niña que lo sabía todo", que presentaba la historia de Mónica, una niña que tenía la costumbre de responder a todo "Ya lo sé". Según la historieta, como Mónica "nunca aceptaba que se le diesen explicaciones, había roto sucesivamente un aparato fotográfico, una soberbia victrola y numerosos objetos", hasta que un día se le echó a perder una bicicleta y ella decidió arreglarla por su cuenta. Sin embargo, no tuvo éxito, por lo que debió pedir ayuda y aprendió la "necesidad de consejos" y prometió "no rehusar jamás las buenas indicaciones que se le den" ("La niñita que lo sabía todo". Para todos. Año I, número 6, 4 de octubre de 1927, p. 70-71).

Respecto a los relatos de "Para los niños", hubo un conjunto regular de textos que apareció durante el primer año. Estos relatos presentaban las aventuras de dos hermanos y eran encabezados por títulos con sus nombres "Machucho y Pilongo". En ocasiones, el título podía variar haciendo alusión a la peripecia específica -por lo general, vinculada a alguna actividad recreativa o deportiva-, como por ejemplo, "Machucho y Pilongo, alpinistas". Si bien en Para todos estos textos no aparecieron firmados, las historias de "Machucho y Pilongo" eran de autoría del español Jesús Sánchez Tena (1888-1931) (González, Antonio. "José Sánchez Tena, el gran olvidado". Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil. Año 12, número 116, mayo de 1999, p. 29).

Aun cuando la mayoría de los contenidos estaban dirigidos a los lectores infantiles, hubo textos orientados a las madres. Por ejemplo, en el número veintinueve, como era regular, aparecieron cuentos que compartieron página con el texto "Consejos a los niños para evitar accidentes", en el que se advertía a niñas y niños a tener precaución en situaciones cotidianas en las cuales podrían accidentarse ("Consejos a los niños para evitar accidentes". Para todos. Año II, número 28, 23 de octubre de 1928, p. 17) y el artículo "La dentición de los niños", dirigido a las madres. En este se aconsejaba cuidar la dentadura de sus hijas e hijos y seguir las recomendaciones de los doctores -y no de otras madres- al momento de dar medicamentos ("La dentición de los niños. Para todos. Año II, número 28, 23 de octubre de 1928, p. 17).