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Profesionalización del deporte

Entre 1900 y 1930, la discusión sobre la profesionalización de los deportistas se dio de manera constante en las revistas deportivas.

Por un lado, algunas revistas se mostraron en contra del profesionalismo y señalaron que este se contraponía al bien colectivo y a la esencia original del deporte, es decir, su dimensión cooperativa, moralizante y regenerativa. Otra de sus razones fue que el deportista profesional era movilizado por un afán lucrativo, por lo que ponía sus intereses individuales por sobre el resto de la sociedad. También, las apuestas ilegales en torno a los deportistas profesionales y la venta o subasta de sus medallas, galardones y trofeos tras el término de las competencias fueron un problema para los detractores del profesionalismo, puesto que estas prácticas mercantilizaban el deporte.

Por otro lado, las revistas a favor señalaron las ventajas de que los deportistas se dedicaran de manera permanente a sus actividades, recalcando que, a largo plazo, el deporte se convertiría en un trabajo como cualquier otro, pero con la salvedad de que estas nuevas figuras públicas podían ser un ejemplo de moralidad, superación y esfuerzo, fomentando el interés por los deportes en el resto de la sociedad.

Esta diferencia de ideas se centró, sobre todo, en aquellos deportes que se volvieron populares entre la clase obrera y los sectores medios, mientras que otros deportes como el tenis o el golf se mantuvieron en el ámbito amateur al interior de los clubes privados y no suscitaron mayores diferencias con respecto a su práctica.

Debido a su popularidad, el boxeo fue el deporte que zanjó primero la discusión sobre el profesionalismo, ya que desde sus inicios se realizaron peleas que remuneraron a los púgiles y, al igual que la hípica, las apuestas se legalizaron y controlaron. La revista El Ring destacó en su primer editorial que "no excluiremos de nuestro afecto al profesionalismo de los deportes, pues los que de tal forma participan en ellos son elementos valiosos para el objeto propuesto; ellos, los profesionales, sirven para formar a los aficionados y si con su esfuerzo físico se ganan la subsistencia, unen a la nobleza del deporte la grandeza del trabajo" ("El Ring". El Ring. Año I, número 1, Santiago, 2 de junio de 1917, p. 3).

En 1918 la revista El Deportivo publicó un discurso del presidente uruguayo José Batlle y Ordóñez (1856-1929), quien pensó el profesionalismo deportivo como una forma democrática de insertar en los deportes a la clase obrera, alejándola de los vicios y creando nuevos espacios laborales ("El profesionalismo de los deportes". El Deportivo. Año I, número 3, Valparaíso, 15 de junio de 1918, p. 2-3).

Otras revistas que se posicionaron a favor de la profesionalización fueron Negro y Blanco (1911), El Eco Sportivo (1917) y Deportes y Deportistas (1920-1921). Igualmente, la revista deportivo-magazinesca, Don Severo (1933), publicó en su primer año de existencia varias columnas a favor del profesionalismo en el fútbol y otros deportes.

El fútbol fue la principal fuente de disputas respecto al profesionalismo, sobre todo al convertirse hacia la década de 1910 en el deporte más popular del país. Revistas como El Sportman dedicaron varias columnas para denunciar que "jugado por dinero no puede ser nunca el mismo juego de foot-ball jugado por sport" ("El Foot-Ball. I, II y II". El Sportman. Año I, número 4, Santiago, 19 de mayo de 1907, p. 3 y 4, p. 3 y número 5, 25 de mayo de 1907, p. 3). Sport y Actualidades fue mucho más directa al escribir en una de sus publicaciones que "queremos el "sport para los sportmen, y no para los que medran a su costa. Combatiremos la conquista de jugadores de foot-ball; el profesionalismo irritante" (Mitchell, Willy. "El "rol" de la prensa". Sport y Actualidades. Año I, número 10, Santiago, 30 de junio de 1912, p. 8).

Igualmente, Acevedo Fernández, columnista de Los Sports, planteó que el profesionalismo era un "descenso en el alma del deporte", sobre todo porque mercantilizaba tanto al deporte como a los que lo practicaban, puesto que su realización debía "salvar, hacer florecer, como decíamos antes, la raza", mientras que el profesionalismo "aumenta inútiles esforzados que si no emplean sus fuerzas en pro del progreso colectivo, resultan tan repulsivos como los vagabundos" (Hernández, Acevedo. "Hacia la verdadera democracia - La obra del deporte". Los Sports. Año II, número 56, Santiago, 4 de abril de 1924, p. 4).

En el caso del atletismo, en 1928 la revista Match comentó la noticia sobre los ofrecimientos hechos por promotores norteamericanos al deportista Manuel Plaza (1900-1969), para que profesionalizara su carrera fuera de Chile. Al respecto, el periodista encargado del reportaje escribió que la "afición chilena" esperaba que "las circunstancias del momento induzcan al grande atleta a permanecer en las filas del deporte amateur, que lo cuenta entre sus más notables y abnegados cultores" ("Plaza y el profesionalismo". Match. Año I, número 1, Santiago, 25 de octubre de 1928, p. 10).

La discusión sobre el deporte profesional se agotó con la institucionalización y formalización deportiva, a través de la creación de asociaciones, clubes y federaciones que contrataron deportistas profesionales para sus diferentes ramas desde la década de 1930 en adelante. Sin embargo, los antiguos detractores del profesionalismo siguieron exigiendo a estos nuevos profesionales mantener vivos los valores del deporte amateur como la fraternidad, el compañerismo y el juego limpio (Marín, Edgardo. Historia del deporte chileno: entre la ilusión y la pasión. Santiago: Comisión Bicentenario Presidencia de la República, 2007, p. 69-71).