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Narraciones escritas por Lucrecia Undurraga

Durante el periodo que va desde la década de 1840 a 1890, se publicaron en Chile una amplia cantidad de folletines en la prensa, espacio en el que autoras y autores pudieron dar a conocer, entre otros textos, novelas por entregas o, bien, obras ya terminadas, pero que se publicaban en capítulos. Estas "novelas-folletín contribuyeron de forma decisiva en la formación de un nuevo público lector en el proceso mismo de las políticas de alfabetización en el Chile de mediados de siglo", a la par que "iban diseñando lectores y lectoras ideales con un fin didáctico que buscaba dirigir las conductas tanto privadas como públicas" (Arcos, Carol. "Novelas-folletín y la autoría femenina en la segunda mitad del siglo XIX en Chile". Revista Chilena de Literatura. Número 76, abril 2010, p. 35-36).

La primera novela publicada por una mujer en Chile fue Alberto el jugador de Rosario Orrego (1831-1879), la que apareció por entregas en la Revista del Pacífico en 1860. Dos años más tarde en la Revista Sud-América (1860-1863) la autora dio a conocer Los busca-vida, su segunda novela, aunque esta quedó inconclusa. Contemporánea a esta autora, Lucrecia Undurraga (1841-1901) también publicó folletines durante la década de 1870 en dos periódicos, La Brisa de Chile (1875-1876) y La Mujer.

En el momento en que Undurraga publicó sus folletines, ya era una figura intelectual reconocida en el círculo de las letras, pues había colaborado previamente en la Revista del Pacífico (1858-1861) y la Revista de Valparaíso (1873-1874). Además, junto a Rosario Orrego fue una de las dos mujeres que intervinieron en sesiones de la Academia de Bellas Letras y, en 1873, Undurraga participó del debate sobre la educación científica de la mujer.

El primer folletín que publicó Lucrecia Undurraga fue "Los ermitaños de Huaquén" en los siete números de La Brisa de Chile, pero quedó inconcluso debido a que el periódico sanfelipeño dejó de publicarse.

Undurraga dedicó el texto a su prima Enriqueta Solar Undurraga (1826-1914), quien era colaboradora de La Brisa de Chile y participó también, en 1877, en La Mujer, especialmente en la sección "Literatura". En esta dedicatoria, Undurraga llamó tanto a su prima como a otras mujeres a dar a conocer sus trabajos literarios: "Si las que teniendo, como tú, talento e ilustración, no son bastante atrevidas para afrontar estas borrascas, jamás la mujer llegará a ser en Chile sino lo que ha sido hasta ahora: un humilde satélite del hombre. ¡Animo, pues; adelante!" (Undurraga, Lucrecia. "Los ermitaños de Huaquén". La Brisa de Chile. Número 1, 26 diciembre 1875, p. 6).

"Los ermitaños de Huaquén" llevó el subtítulo "Tradiciones populares del norte de Chile. Leyenda inédita original". Contó la historia del origen de dos peñascos que eran llamados "Los Ermitaños". Así el narrador señaló que, si bien no se podía "garantizar la autenticidad" de la narración oral que escuchó contaría a sus "lectores una historia interesante y patética, que servirá en adelante para llenar el vacío de los que, como nosotros, contemplan Los Ermitaños, buscando por intuición, por lógica, una explicación a los fenómenos de la naturaleza" (Undurraga, Lucrecia. "Los ermitaños de Huaquén". La Brisa de Chile. Número 1, 26 diciembre 1875, p. 7).

La trama se ambientó en el año 1650, en el valle de Quilimarí y dio a conocer la historia del rapto de la española Blanca Mendoza por un grupo de mapuche, liderados por el cacique Tagaltahua. Este rapto fue motivado por los maltratos físicos que su progenitor había recibido por parte de Toribio Mendoza, padre de la joven. Tagaltahua indicó que Blanca se casaría con él, para lo cual necesitaban un fraile. A partir de esto, el cacique y Manque decidieron ir en búsqueda de un hombre blanco al que llamaban "El ermitaño", respecto a quien asumieron que era español y sacerdote. Ante la posibilidad de que llegara este supuesto español, Blanca expresó tener esperanza de que la ayudara a escapar. En este momento de la narración, la historia quedó trunca en el periódico.

El segundo folletín de Undurraga apareció en La Mujer, periódico en el que fue redactora y editora. El texto se publicó en la sección "Folletín" de forma casi continua entre los números seis y el veinticinco, entre el 23 de junio al 21 de noviembre de 1877. En su primera entrega la obra llevó el título "El ramo de violeta" e incluyó el subtítulo "Novela original". A partir de la segunda parte el nombre de la obra varió a "El ramo de violetas" y su subtítulo a "Original". Además, se integró una nota aclaratoria de la autora en la que expresó que "por un error de imprenta se ha llamado novela la presente publicación, que está muy lejos de merecer ese título: es apenas una sencilla historia escrita al correr de la pluma para los folletines de La Mujer" (Undurraga, Lucrecia. "El ramo de violetas". La Mujer. Número 7, 30 junio 1877, p. 56). Al igual que "Los ermitaños de Huaquén", "El ramo de violetas" quedó inconcluso debido a que La Mujer no se continuó publicando.

Esta narración se ambientó en el año 1874, en Santiago. A medida que se desarrolló el argumento de "El ramo de violetas", el narrador realizaba comentarios acerca de las acciones de los personajes y también expresaba opiniones sobre la sociedad de la época.

En el texto, se relató la historia de Julia Almeida, una joven adinerada que había contraído un matrimonio sin amor con el peruano Federico Prado y con quien Julia tenía diferencias de intereses, pues "Federico contrariaba todos sus gustos, que dispensables -decía él- en una joven soltera, eran intolerables en una mujer casada". Julia prefería los paseos, teatros y tertulias, mientras que él deseaba que le dedicara más tiempo a libros instructivos (Undurraga, Lucrecia. "El ramo de violetas". En Ramírez, Verónica y Ulloa, Carla. La Mujer (1877): el primer periódico de mujeres en Chile. Santiago: Cuarto Propio, 2018, p. 346).