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Antonia Tarragó González (1832-1916)

Antonia Tarragó González fue una profesora y directora que participó en el debate acerca de la educación superior de las mujeres que se dio durante la década de 1870 en Chile. Esta discusión propició el ambiente necesario para la promulgación del decreto que permitió el ingreso de las mujeres a la universidad en 1877 (Sánchez, Karin. "El ingreso de la mujer chilena a la universidad y los cambios en la costumbre por medio de la ley, 1872-1877". Historia. Volumen II. Número 39, 2006, p. 497).

Tarragó fundó el Liceo Santa Teresa en 1864, el que tuvo como propósito "ofrecer a la sociedad un plan preparado para dar a la mujer una educación ilustrada y, como lo dice su primer Prospecto, encaminado a 'desenvolver su inteligencia, purificar su moral y cultivar sus facultades sicológicas'" (Tarragó, Antonia. Memoria leída por la directora del Liceo de Santa Teresa en el acto literario musical en conmemoración del XXX aniversario de la fundación de este establecimiento el año 1864. Santiago: Imprenta Mejía, 1894, p. 3). Este fue el primer establecimiento "femenino no congregacional con plan de estudios similar a los masculinos, a diferencia de los primeros mantenidos de 1835 a 1861 por las argentinas Manuela, Josefa y Dámasa Cabezón en Santiago y en Valparaíso" (Sánchez, Marcial. Historia de la Iglesia en Chile. Tomo III: Los nuevos caminos: la iglesia y el estado. Editorial Universitaria de Chile, 2009, p. 217).

Además de sus tareas como directora en este establecimiento, Tarragó se dedicó a la "enseñanza del castellano y de historia general" (Figueroa, Pedro Pablo. "Antonia Tarragó y González". Diccionario biográfico de Chile. Tomo III. Santiago: Impr., Litogr. y Encuadernación Barcelona, 1901, p. 305).

En 1872, desde su rol como directora del liceo, Antonia Tarragó presentó al Consejo de Instrucción Pública una solicitud para que los exámenes de sus alumnas fuesen validados con el fin de optar a grados universitarios. La solicitud se llevó a discusión, pero no tuvo respuesta efectiva de las autoridades. Posteriormente, Tarragó insistió en el requerimiento, pero este quedó desatendido.

A pesar de que esta solicitud no tuvo respuesta formal, la iniciativa de Tarragó otorgó mayor fuerza a la discusión pública sobre la instrucción de las mujeres. Por una parte, "la oposición de la Iglesia respecto a que la mujer estudiara en liceos, amparada en un temor que oponía religión y ciencia, teología y filosofía, se hizo aún más intensa y apasionada en las páginas de la prensa chilena" (Ramírez, Verónica; Romo, Manuel y Ulloa, Carla. Antología Crítica de mujeres en la prensa chilena del siglo XIX. Santiago: Cuarto Propio, 2017, p. 64-65).

En el año 1873, en la Academia de Bellas Letras, se desarrolló el debate acerca de la educación científica de la mujer. Posteriormente, en 1876, la profesora y directora Isabel Le Brun Reyes (1845-1930) levantó otra solicitud para que sus alumnas pudieran rendir exámenes que fueran válidos para acceder a la universidad. En el gobierno de Aníbal Pinto (1825-1884) se nombró a Miguel Luis Amunátegui (1828-1888) como Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, quien firmó el decreto que permitió el ingreso de las mujeres a la universidad (Sánchez, p. 509).

En 1877, Tarragó se refirió nuevamente a la necesidad de que las mujeres accedieran a la educación universitaria en el artículo "Instrucción superior de la mujer". Este apareció en el periódico La Mujer entre mayo y agosto y se publicó en las secciones "Estudios sociales" y en el editorial. En este texto, Tarragó refutó argumentos de la época basados en la división sexual de la sociedad: la supuesta inferioridad intelectual de las mujeres en relación con los hombres y el impacto que tendría en la familia que la mujer estudiase, pues descuidaría sus roles de esposa y madre.

Tarragó indicó que tanto la mujer como el hombre compartían un mismo nivel de inteligencia y que si el "hombre aparece de ordinario con fuerzas intelectuales superiores de la mujer, es porque él ha tenido la fortuna de que sus facultades han sido mejor cultivadas, pero no porque la mujer carezca de facultades capaces de igual cultivo" (Tarragó, Antonia. "Ilustración superior de la mujer". En Ramírez, Verónica y Ulloa, Carla. La Mujer (1877): el primer periódico de mujeres en Chile. Santiago: Cuarto Propio, 2018, p. 47). También, sostuvo que el cultivo de la inteligencia de la mujer tendría impacto positivo tanto si la mujer era célibe, esposa o madre, pues, en el primer caso, tendría tiempo para cultivar sus facultades; y, siendo una esposa con educación, tanto ella como su marido tendrían "un conocimiento más alto y claro del orden y leyes del Universo, con una intuición más luminosa de la sociedad que han contraído, estarán, sin duda alguna, revestidos de cualidades y condiciones que hagan más próspera y feliz su unión y bienestar" (Tarragó, Antonia. "Ilustración superior de la mujer". La Mujer. Número 8, 23 junio 1877, p. 59). Por último, indicó que una madre ilustrada orientaría mejor el futuro de sus hijos y formaría de mejor manera su inteligencia (Tarragó, Antonia. "Ilustración superior de la mujer". La Mujer. Número 12, 4 agosto 1877, p. 89-90).

Además de este artículo, Tarragó colaboró en La Mujer con el poema "A mi hermana Ignacia" y con el texto "Rehabilitación de la mujer", en el que retomó algunas de las ideas planteadas en "Instrucción superior de la mujer" relativas a la igualdad de inteligencia entre personas de distinto sexo y la necesidad del cultivo de esta capacidad, pues la mujer "es un ser necesario en el mundo, en la sociedad, en el hogar; siendo así nunca correspondería mejor al fin de su existencia que cuando reuniera la mayor suma de conocimientos" (Tarragó, Antonia. "Rehabilitación de la mujer". En Ramírez, Verónica y Ulloa, Carla. La Mujer (1877): el primer periódico de mujeres en Chile. Santiago: Cuarto Propio, 2018, p.337-338).

En 1911, el gobierno cesó la subvención que le otorgaba al Liceo Santa Teresa, motivo por el cual el establecimiento cerró (Sánchez, p. 207). Tarragó, quien continuaba trabajando como directora del establecimiento en esa fecha, quedó sin "recurso alguno" y un grupo de alumnas -"no las más pudientes, por cierto"- la ayudó "a remediar sus más urgentes necesidades" dándole una pensión hasta su fallecimiento en 1916 (Lucy. La señora Antonia Tarragó. El Peneca. Año IX. Número 431, 19 febrero 1917, p. 1).