Pro Arte comenzó como un semanario de arte y literatura, en tiempos en que en Chile la sola idea de destinar una publicación periódica a estas disciplinas resultaba impensable.

Concebido por Enrique Bello, Juan Orrego Salas y Daniel Quiroga, el proyecto partió como un periódico cuyo título sería La semana musical. La maqueta estaba lista, según recuerda Bello en el prólogo al índice del semanario publicado por la Biblioteca Nacional en 1970, sin embargo algo no terminaba de convencerle. Entonces, a pocos minutos de entrar a prensa, decidió cambiar el título del periódico por el de Pro Arte: "Chile tiene en la América española el nivel más alto de consumo artístico en campos como la música, el teatro, la danza. La Universidad de Chile provee a través de sus Institutos de Extensión. Se necesita un periódico que sirva al público de los conciertos, del espectáculo, a la gente que lee, a los artistas, a los escritores. El mundo acaba de salir de la pesadilla de la guerra, los creadores de la escuela de París recién regresan de su asilo de Nueva York, otro mundo está naciendo, enganchémonos en él, a la cola".

Así, el 15 de julio de 1948, con un tiraje de 3 mil ejemplares, apareció el primer número del semanario, financiado principalmente por el sueldo que como académico ganaba su primer y único director, Enrique Bello, y los aportes de "avisadores románticos", según él mismo recuerda. La distribución de este primer número fue bastante artesanal: el mismo Bello, Juan Orrego Salas y Carlos Riesco, quien prestó su automóvil para el reparto, recorrieron los quioscos y librerías capitalinas con sendos fajos bajo el brazo.

Los primeros números fueron editados en forma íntegra por Bello y Santiago del Campo. Ambos se reunían todos los días, después de la jornada de trabajo oficial, en la casa del primero en José Miguel de la Barra. Allí, desde la siete de la tarde y hasta las ocho de la mañana, se gestaba Pro Arte: "Con Santiago nos paseábamos de una sección a otra del semanario, aunque él como dramaturgo persistiera más en el teatro (...). Yo me movía entre las distintas secciones generalmente cambiando de nombre para no repetirme. En la polémica literaria (y hasta en un cuento que escribí a mata caballo en los talleres en que se imprimía el periódico, para llenar un hueco) me llamo Daniel Cruz, en la crítica soy John Reed (como antiguamente firmaba en La Nación), o E.B., o Anónimo, y cuando es indispensable enviar una colaboración fechada en Europa me firmo Olivier Goujart o Heinrich von Schoen (traducción germana de mi nombre)".

El grupo inicial de colaboradores de Pro Arte estuvo integrado por Santiago del Campo, Daniel Quiroga, Sergio Montecino. A ellos se agregaron más tarde: Humberto Díaz-Casanueva, Camilo Mori, Domingo Santa Cruz, Margarita Aguirre, Günter Böhm, Gerardo Larraín y muchos más. En efecto, los principales escritores, críticos y artistas de nuestro medio desfilaron por sus páginas: Luis Oyarzún, Hernán del Solar, Jorge Elliot, Nicanor Parra, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Rosamel del Valle, José Santos González Vera, Tomás Lago, Ángel Cruchaga, Enrique Gómez Correa, Óscar Pinochet, Agustín Siré, Fernando Debesa, Luis Alberto Heiremans, Sergio Vodanovic, Santiago del Campo, Víctor Carvacho, César Cecchi, Marta Colvin, Roberto Matta. Asimismo, connotados artistas, dramaturgos, músicos y escritores extranjeros colaboraron a través de sus páginas con la cultura nacional: Le Corbusier, Diego Rivera, Antonin Artaud, Claude Debussy, André Breton.

Tras nueve años, y 181 ediciones, el 25 de enero de 1956 fue publicado el último número del periódico. Ante la pregunta: ¿Por qué desapareció Pro Arte?, Enrique Bello invariablemente contestó: "Por meterme en camisa de once varas".

Minisitio desarrollado en colaboración con el proyecto Fondart "El semanario Pro Arte: difusión y crítica cultural entre 1948-1956", Folio N° 23.782.