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Revista Los Diez

La revista Los Diez fue el resultado editorial que la reunión amistosa (tertulia) de un grupo de artistas e intelectuales tuvo durante las primeras décadas del siglo XX. En la tertulia de este grupo, llamado grupo de Los Diez, se congregaban artistas plásticos, artistas visuales, músicos y poetas, todos con la intención de fomentar la creación y difusión del arte propiamente chileno. De este importante cenáculo de la cultura nacional surgieron compositores, intérpretes y gestores culturales que animaron posteriormente la vida musical del país durante la primera mitad del siglo XX.

Sin embargo, la costumbre de reunirse en instancias colectivas no era una idea nueva. En efecto, un cúmulo importante de sociedades, academias y clubes formados durante el siglo XIX tuvieron el mismo origen. Muchas de estas instancias se constituyeron a partir de la tradición de la tertulia francesa que ya se había avecindado en Chile y cuyo objeto era, también, entregar un momento para hablar acaloradamente de política, teatro, letras y música, entre otros temas de relevancia intelectual propios de la elite criolla. Entre las organizaciones más relevantes del siglo XIX tenemos, en Santiago, la Sociedad Cuarteto (dirigida por Eleodoro Ortiz de Zárate), la Sociedad Coral Santa Cecilia, las tertulias de la Sociedad Bach, la Academia Musical Beethoven y la Sociedad de Música Clásica de Santiago, fundada en 1873.

En regiones la actividad no fue menor. La V región fue testigo de la aparición de la Sociedad Filarmónica de Valparaíso (1845), la Sociedad Santa Cecilia, la Sociedad Harmónica (1860), la Sociedad Musical (1873), el Círculo del Lied, el Club de Cítara, la Sociedad Filarmónica de Artesanos, la Sociedad Roma y la Sociedad Alemana de Canto, todas ellas de Valparaíso. En el norte del país nació la Sociedad Filarmónica de Antofagasta (1889), la Sociedad Filarmónica de Copiapó, el Club Musical de Copiapó, el Club Musical de Ovalle (1886) y la Sociedad de Música Italiana de Copiapó (1877).

En el sur del país también hicieron su aparición, en la segunda mitad del siglo XX, la Sociedad Dramática de Chillán, la Sociedad Filarmónica de Talca (1855), la Sociedad Musical de Talca (1869), la Sociedad Musical y Filarmónica de Los Ángeles, la Sociedad Filarmónica de Concepción, el Club Musical de Concepción, el Club Musical de Valdivia, (fundado por Guillermo Frick) y el Club de la Unión (1879).

En el caso de la capital, una de las reuniones privadas finiseculares de mayor importancia fue la de Luis Arrieta Cañas y José Miguel Besoaín, efectuada entre 1889 y 1933. En estas reuniones se combinaba la conversación con la interpretación musical, intentando siempre romper la hegemonía de la ópera italiana en Chile, presente la fundación del Teatro Municipal, en 1857. Para esto se interpretaba el repertorio más característico de la música del período clásico (segunda mitad del siglo XVIII) y romántico (dos últimos tercios del siglo XIX), especialmente el repertorio para pequeñas agrupaciones (música de cámara) o solistas. Estas tertulias, a las que asistía un selecto número de participantes, fueron también un antecedente importante para la formación del grupo Los Diez, cuyo logro más relevante se materializó en la fundación de una editorial desde la cual se editó la revista homónima.

La revista Los Diez, llevada al papel en la Imprenta Universitaria, arrojó su primer número al público en septiembre 1916 y el último en abril de 1917. Su propósito era imprimir doce volúmenes al año pero alcanzó a editar sólo cuatro números alternados con ocho libros (o ediciones especiales). Uno de los volúmenes, el Nº 9, incluyó la impresión de música de compositores chilenos, en mayo de 1917 (Alfonso Leng, Carlos Lavín, Próspero Bisquertt, Javier Rengifo y P.H. Allende).

Con una periodicidad de un número al mes, el deseo de los artistas mancomunados en esta causa era, como la aclara su editorial, convertirse "(...) en un portavoz completo, serio y digno de todos los que en Chile se dedican, por imperiosa necesidad de espíritu y con nobleza artística, a producir obras de calidad" (Los Diez, (1): 1, 1916-1917).

Al igual que otras revistas de la época, el tono de la revista no era sólo de difusión sino que también de crítica y opinión, con una impronta nacionalista abierta a los artistas "latinoamericanos y extranjeros".

Estructuralmente, la publicación poseía ocho secciones en diverso orden. Primero una editorial (idéntica en cada número), luego una sección de poemas, otras de cuentos y una de partituras de compositores nacionales. Más adelante estaba la sección de artículos de análisis, teoría literaria y arte en general, para luego dar paso a la crónica, la crítica artística y una sección de asuntos variados.

Lo interesante de la revista Los Diez era la ambición poética de su contenido. Aparentemente desvinculado de la realidad, la revista se comunicaba con la sociedad civil por medio de una prosa llena de un sentimiento desgarrador y romántico, con un hálito de alejamiento del mundo y en una constante intención de autonomía artística. Un ejemplo de ello lo tenemos en el siguiente texto cuasi futurista, donde el escritor declara en la total libertad con la que actuaban los autores de esta magna tarea cultural del Chile de principios de siglo: "Lejos de las ciudades populosas y de los alegres puertos; distante de la paz de las aldeas y de las mansiones solitarias de los misántropos, sin tierra que cultivar; sin siervos que proteger; sin ambiciones de dominio ni orgullo de ser enseñanza, ejemplo o guía; sobre un enorme y abrupto peñón que ha recibido durante cien siglos el ataque del mar y la esperanza de sus prodigiosas lejanías, se elevará tranquila, aislada y libre, la roja Torre de Los Diez" (Los Diez, (1): 1, 1916-1917).