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Estudios sobre la literatura chilena (1926-1940)

En 1926, Pedro Nolasco Cruz publicó Estudios sobre la literatura chilena, libro recopilatorio de su producción crítica en medios periódicos durante las últimas décadas del siglo XIX. Este tomo se enunciaba como el primer volumen de una recopilación mayor, sin embargo, el segundo y tercer volúmenes fueron editados de manera póstuma, catorce años después, en 1940, por el escritor Misael Correa Pastene (1870-1956).

El primer tomo fue encabezado por un prólogo de Pedro Nolasco Cruz en el que mencionó el doble objeto de su escritura: "Estudiar a nuestros principales escritores en su aspecto literario y rebatirlos cuando atacan a la Iglesia católica". En relación con el segundo propósito, indicó que por presentar tal fin había sido acusado de parcialidad hacia sus "correligionarios y en contra de los que no son", lo que Cruz negó utilizando como un ejemplo, entre otros, su valoración del escritor Zorobabel Rodríguez (1839-1901), cuya obra consideró "regular", a pesar de reconocer en su persona a un "insigne defensor de la doctrina católica en el periodismo y en las letras" (Cruz, Pedro Nolasco. "Prólogo". Estudios sobre la literatura chilena. Santiago de Chile: Casa Zamorano y Caperán, 1926, p. 3-5).

También mencionó en el prólogo que lo habían censurado por "severo y exigente en demasía" al realizar sus juicios críticos. Indicó que la crítica literaria que generalmente se cultivaba era periodística y su objeto consistía en "dar cuenta al público de las obras recién publicadas examinándolas a la ligera, animar al principiante, seguir la opinión común acerca del escritor ya formado, estimular la producción literaria exagerando sus méritos, ampliar la circulación del periódico, ayudar discretamente al amigo o al correligionario, todo esto sin emitir juicios que requieran desarrollo, estudio, y que deban fundarse en doctrinas o teorías artísticas, de ordinario poco interesantes para el lector que anda de prisa" (Cruz, p. 4).

A partir de esta caracterización negativa del ejercicio crítico, manifestó que para obtener "el progreso literario es indispensable juzgar a los autores por el conjunto de sus obras, y juzgar modelos cuya superioridad es universalmente reconocida. Es lo que he intentado hacer" (Cruz, p. 5).

En el primer tomo de Estudios sobre la literatura chilena se reunieron artículos relativos a intelectuales del siglo XIX; varios de ellos dedicados a la obra de escritores cercanos al liberalismo decimonónico, como Francisco Bilbao (1823-1865), José Victorino Lastarria (1817-1888), Diego Barros Arana (1830-1907), Miguel Luis Amunátegui (1828-1888), Andrés Bello (1781-1865), Manuel de Salas (1754-1841), Manuel Lacunza (1731-1801) y Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886). Si bien Cruz se adelantó a aclarar que su punto de vista -cercano a la doctrina conservadora y la Iglesia católica- no era parcial y que leía con ojo exigente, la recepción respecto a este primer volumen puso sobre la mesa su visión política y religiosa.

En este sentido, Ricardo Donoso señaló que Cruz "no oculta ni disfraza su credo de conservador y fiel creyente" y que "no se puede menos que creer que un espíritu bienaventurado, una alma ingenua y candorosa como la del señor Cruz, que comulga con tales ruedas de carreta, no admire ni venere las personalidades de hombres como Bilbao, Lastarria, Barros Arana, Amunátegui y Vicuña Mackenna, que riñeron tan rudas batallas en favor de sus convicciones liberales. Es perfectamente explicable también que el escritor conservador considere que los escritores nombrados nos han trazado un cuadro falso y tendencioso del régimen colonial español" (Donoso, Ricardo. "Un espíritu colonial: don Pedro N. Cruz". Atenea. Número 5, 31 julio 1926, p. 457-458).

En relación con este mismo tomo, otros lectores, como Virgilio Figueroa, destacaron la lógica y la erudición de sus artículos. Por ejemplo, respecto al juicio sobre los escritores liberales del siglo XIX indicó que Cruz "con erudición incansable y con lógica de fierro, va haciendo el retrato o la caricatura de cada uno de los grandes" (Figueroa, Virgilio. Diccionario histórico biográfico y bibliográfico de Chile. Tomo II. Santiago: Impr. y Litogr. La Ilustración, 1928, p. 502).

Tres de los artículos recopilados en este tomo: "Francisco Bilbao", "J. Victorino Lastarria" y "Lastarria y sus admiradores"; volvieron a ser editados en 1944 por la editorial Difusión Chilena con el título de Bilbao y Lastarria.

En los volúmenes de Estudios sobre la literatura chilena editados en 1940 se reunieron, en el segundo tomo, artículos que Cruz escribió sobre autores del siglo XIX, como Vicente Pérez Rosales (1807-1886) y José Joaquín Vallejo (1811-1858), entre otros y, en el tercer tomo, artículos acerca de escritores contemporáneos, como fueron los casos del texto titulado "Iris", dedicado a la obra de Inés Echeverría (1869-1949); otro artículo relativo a El roto de Joaquín Edwards Bello (1887-1968), así como textos acerca de Marta Brunet (1897-1967), Jenaro Prieto (1889-1946) y la obra del español José Ortega y Gasset (1883-1955).

Domingo Melfi Demarco (1892-1946), a propósito de la publicación de los volúmenes de 1940, presentó una mirada crítica. En primer lugar, indicó que la perspectiva de Cruz al presentar su lectura mediada por la defensa al catolicismo -que había enunciado en el prólogo del tomo I- "le quitó imparcialidad a sus juicios, lo hizo ser injusto en muchas ocasiones y aunque trató de revestir sus análisis con la mayor dosis posible de imparcialidad, saltan por entre las junturas de sus palabras, los duros enconos doctrinarios". En este sentido, para Melfi, Cruz "atacaba a los escritores liberales del siglo XIX y a los escritores independientes del siglo XX", debido a que "hacían según él mofa de la iglesia y perturbaban con sus afirmaciones el criterio de la sociedad que debía marchar envuelta en el ropaje de una virtud irrompible" (Melfi, Domingo. "Estudios sobre la literatura chilena". Atenea. Número 167, enero de 1941, p. 78).

En segundo lugar, Melfi señaló la ausencia en las críticas de Cruz de temas relevantes para el estudio de la literatura, pues "muchos de los movimientos esenciales de nuestro proceso de evolución histórica o literaria no le merecieron comentarios hondos o comprensivos. El 42 pasó para él sin gloria y la renovación literaria del 900, tampoco le causó mayor inquietud". Además, si bien valoró que presentara estudios esquemáticos de escritores de comienzos del siglo XX, se le criticó que los estudiara de forma aislada "sin considerarlos en su formación o en las conexiones con el medio o en la naturaleza de sus sensaciones estéticas, y sin dar importancia alguna al significado de la aparición de esos escritores después del afrancesamiento de la literatura en el periodo que va desde 1870 a 1900" (Melfi, p. 79).

Respecto a la recepción de los tres tomos de Estudios sobre literatura chilena, se ha indicado que Cruz "pasa revista a los principales escritores chilenos y se esboza, muy acabadamente en ciertos casos, la evolución de las ideas en Chile, sobre todo en lo que toca a la novela, el cuento, los artículos de costumbres, la poesía y la historia". No obstante, en relación con la forma de realizar su crítica se le ha descrito como "muy descontentadizo, y a veces acre en la exposición de sus opiniones críticas: la literatura chilena le parece pequeña en volumen y mezquina en su exposición; son pocos los autores que le satisfacen plenamente, y de ninguno puede decirse que haya escrito un panegírico cabal" (Silva Castro, Raúl. La Literatura crítica de Chile: antología con estudio preliminar. Santiago: Andrés Bello, 1969, p. 19-20).