La Sociedad de Folklore Chileno fue un organismo académico que se centró en los estudios del folclor desde una perspectiva científica. En ella se reunieron reconocidos intelectuales de la época y su trabajo en conjunto permitió la "divulgación de los primeros trabajos de investigación sobre el folclore material e inmaterial" en una publicación dedicada especialmente para ellos, la Revista de Folklore Chileno (Spencer, Christian; Contreras, Antonieta y Rammsy, Gabriel. "Historia, producción y continuidad de la Sociedad de Folklore Chileno (1909-2008)". Recial. Volumen X. Número 16, 2019, p. 2).

La Sociedad de Folklore Chileno se fundó el 18 de julio de 1909 y en este mismo año dio a conocer su Programa. Su primera mesa directiva estuvo compuesta por Rodolfo Lenz (1863-1938), Julio Vicuña Cifuentes (1865-1936), Ramón Armiño Laval Alvear (1862-1929), Eliodoro Flores (1879-1933) y Agustín Cannobio (1879-1958). Otros socios y colaboradores fueron Desiderio Lizana Droguett (1859-1922), Eulogio Robles Rodríguez (1872-1891), Tomás Guevara (1865-1935), Max Flores, León Tournier, Roberto Rengifo, Tomás Thayer Ojeda (1877-1960), Luis Thayer Ojeda (1874-1942), Francisco Javier Cavada (1864-1950), Sperata Revillo de Saunière, Manuel Manquilef González (1887-1950), Jorge Atria Molina, Antonio Orrego Barros (1880-1974) y Ricardo Eduardo Latcham Cartwright (1869-1943) (Feliú Cruz, Guillermo. Ramón A. Laval (1862-1929): la bibliografía de bibliografías chilenas. Santiago de Chile: [s.n.], 1969, p. 24). Durante su primer año de funcionamiento, el número de miembros llegó a 57 y, además, existieron categorías de corresponsales nacionales y extranjeros (Donoso, Karen. La batalla del folklore: los conflictos por la representación de la cultura popular chilena en el siglo XX. Tesis para optar al grado académico de Licenciada en Historia, Universidad de Santiago de Chile, 2006. Consultada el 26 de enero de 2022, p. 25).

Entre 1909 y 1912, la Sociedad de Folklore Chileno tuvo 52 sesiones en las que se leyeron los trabajos de sus socios y se discutieron cuestiones administrativas sobre sus publicaciones, organización y participación en instancias científicas. En junio de 1913, debido a dificultades relacionadas con la impresión de la Revista de Folklore Chileno en los Anales de la Universidad de Chile, el organismo se fusionó con la Sociedad Chilena de Historia y Geografía. Esta propuesta de unión fue liderada por Rodolfo Lenz, quien continuaba siendo presidente de la Sociedad de Folklore Chileno. De esta forma, la asociación pasó a convertirse en la Sección de Folklore de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía.

En relación con las publicaciones de los miembros de la Sociedad de Folklore y, posteriormente, de la Sección de Folklore, desde sus orígenes existieron trabajos orientados al estudio de la lengua, ceremonias sagradas y costumbres del pueblo mapuche. Algunos de los miembros del organismo que contribuyeron con textos de esta temática fueron: Eulogio Robles Rodríguez, Ricardo Latcham Cartwright, Tomás Guevara y Manuel Manquilef, quien fue el primer escritor mapuche en dar a conocer sus trabajos en una publicación científica en Chile, con los dos volúmenes de Comentarios del pueblo araucano: La faz social (1911) y La Gimnasia Nacional (1914), que aparecieron como entregas de la Revista de Folklore Chileno.

Otra área que presentó un amplio interés para la Sociedad de Folklore Chileno fue la recopilación de narraciones, poemas y otras expresiones orales como adivinanzas, cuentos y supersticiones provenientes de la tradición oral. Algunos de los autores que se interesaron en esta área fueron Rodolfo Lenz, quien publicó el libro Un grupo de consejas chilenas (1912); Ramón Laval Alvear, quien dio a conocer sus textos Contribución al folklore de Carahue (1916), Tradiciones, leyendas y cuentos populares recogidos de la tradición oral en Carahue (Chile) (1920), Cuentos populares en Chile (1923), Cuentos de Pedro Urdemales (1925); y Julio Vicuña Cifuentes, quien publicó los libros Romances populares y vulgares recogidos de la tradición oral chilena (1912) y Mitos y supersticiones recogidos de la tradición oral (1915).

La recepción de estas publicaciones no fue del todo aceptada por la intelectualidad de inicios del siglo XX, motivo por el cual se publicaron textos de discusión acerca de este tipo de estudios. En 1911, por ejemplo, Vicuña Cifuentes dio a conocer el texto "Qué es el folk-lore y para qué sirve" en el que defendió la disciplina del folclor como parte de la Etnología, ante las críticas recibidas por la Revista Chilena de Historia y Geografía a causa de la publicación de un cuento popular entre sus páginas.

Durante ese mismo año, miembros de la Sociedad participaron en un debate conocido como "la polémica de las adivinanzas", que se originó a partir de la publicación del artículo "Adivinanzas corrientes de Chile" de Eliodoro Flores en los Anales de la Universidad de Chile, trabajo en el que "se hallaban algunos acertijos subidos de color, referentes al ámbito de lo sexual mediante procedimientos equívocos universalmente conocidos" (Dannemann, Manuel. "Los estudios folklóricos en nuestros ciento cincuenta años de vida independiente". Anales de la Universidad de Chile. Año 118, Número 120, 1960, p. 206-207).

En El Diario Ilustrado se calificó el artículo como "torpe, grosero, repugnante, nauseabundo, es un atentado contra la moral, un insulto contra la cultura nacional, una afrenta vergonzosa para la Universidad" ("Una vergüenza". El Diario Ilustrado. Santiago, 23 de agosto de 1911, citado en Donoso, p. 27). Por su parte, en La Unión se indicaba que bajo "pretexto de las adivinanzas, se estampan en letras de molde, en el órgano oficial de la Universidad del Estado, en el medio de comunicación con los centros científicos europeos, todo lo que constituye la delicia de los bajos fondos sociales, lo más grosero que pueda discurrir la malicia y la ignorancia populares, esos acertijos de doble sentido cuya miga está en su estructura brutalmente torpe, ya que las soluciones resultan totalmente imbéciles" ("La pornografía en los Anales de la Universidad". La Unión. Valparaíso, 23 de agosto de 1911, citado en Donoso, p. 27).

Rodolfo Lenz, en defensa del trabajo de la Sociedad, sostuvo que las adivinanzas eran parte de la tradición oral y debido a la cientificidad de su trabajo, no se podían omitir. Se ha considerado que esta polémica nutrió en Chile las primeras reflexiones y críticas "con respecto a qué se entenderá por folklore y cómo se aceptará este concepto en la sociedad" (citado en Donoso, p. 28).