Después de un tiempo, el salón literario aristocrático permitió la entrada de la clase media ilustrada. Paralelamente, estos mismos fueron formando sus propias tertulias, originándose así círculos de lectura en torno a librerías y bibliotecas. Las más importantes fueron: la del Diario Ilustrado en la Biblioteca Nacional; la de Diego Dublé Urrutia en el Instituto Nacional, y la de la Librería Francesa, donde asistieron Magdalena Petit y el crítico Omer Emeth.

Con el cambio de siglo, las mujeres se interesaron en la literatura y fundaron sus propios círculos de lectura, club y tertulias. Los primeros salones literarios de mujeres fueron en la casa de Mercedes Marín del Solar, destacada escritora y educadora y en el hogar de Martina Barros, quien organizaba veladas literarias, mientras su marido se reunía en otro salón para fumar y hablar con los hombres de política.

Posteriormente, se crearon otras formas de convivencia. Amanda Labarca, intelectual de clase media fundó el Círculo de Lectura, agrupación que tuvo entre sus objetivos fomentar la educación para las mujeres. Las integrantes de este círculo se reunían semanalmente para compartir lecturas de libros nacionales y extranjeros, además de discutir contextos culturales. La revista Familia difundió los reglamentos y objetivos de esta organización. Otra institución amparada por la revista fue El Club de Señoras (1916), fundada por Delia Matte de Izquierdo. Esta agrupación tuvo entre sus tareas la acción social, la lucha en pro de la emancipación de la mujer y difusión de la cultura.

A mediados del siglo XX decayó la tertulia literaria. Algunos de los últimos salones existentes fueron: el de Nina Anguita en Viña del Mar, que finalmente se materializó en la creación de la Casa de la Cultura, y el de Dolores (Lolo) Echeverría en Santiago, el cual era presidido por Hernán Díaz Arrieta (Alone).

Muy interesantes fueron las tertulias organizadas por Pablo Neruda en 1940, las cuales tenían como anfitriona a Delia del Carril.