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La danza clásica

La llegada de la danza clásica a nuestro país se produjo con la presencia de los primeros conjuntos de ballet extranjeros que visitaron Chile entre 1850 y 1857. Entre ellos, la Compañía de Monsieur Poncot, Compañía Roussts, Coreográfico Corby y Martinetti-Ravel. El Teatro Municipal de Valparaíso y el Teatro Principal de Santiago -ubicado en Ahumada con Bombero Ossa-, fueron los primeros escenarios donde se presentó el ballet clásico, poniendo en escena repertorios de obras rusas y las clásicas piezas del Romanticismo. De aquellas puestas en escena cabe destacar Giselle, realizada por los Ballets Roussets.

Los inicios del siglo XX trajeron consigo la llegada de una de las figuras más importantes del movimiento neoclásico, Ana Pavlova, quien visitó nuestro país entre 1917 y 1918, y una vez más en 1920. Fue aclamada por su interpretación en la Muerte del Cisne, pieza creada por Michael Fokine, y su visita generó un verdadero revuelo entre la aristocracia chilena.

Jan Kawesky, uno de los discípulos de Pavlova, se quedó en nuestro país para fundar la primera academia de ballet clásico en 1921. Rápidamente se convirtió en un espacio de formación para las jóvenes hijas de la clase acomodada chilena, posicionando al ballet como un arte de élite. Al poco tiempo, se fundó una academia en Viña del Mar, dirigida por Doreen Young, discípula de Serafina Astafieva.

Paralelamente a este fenómeno, existía un fuerte interés por los espectáculos de ópera, los que solían incluir piezas de ballet a modo de divertimento. Al crear su Orquesta Filarmónica, el Teatro Municipal manifestó su interés por este tipo de espectáculos. Para llevarlos a escena era necesario contar con un conjunto de ballet que acompañara a la orquesta. En este contexto, el alcalde José Santos Salas invitó al ucraniano Vadim Zulima a fundar un primer conjunto, con la intención de unir el trabajo de la orquesta con el ballet. Surgió así en 1949 el Ballet Clásico Nacional. Zulima, exbailarín del Kirov y el Bolshoi, cruzó la frontera de la desaparecida Unión Soviética junto a su mujer, para realizar presentaciones a los soldados norteamericanos en plena Guerra Fría. Al terminar la guerra, le fue negado el regreso a Ucrania, por lo cual se instaló en nuestro país como refugiado.

Su labor en el Teatro Municipal se centró principalmente en el trabajo con compositores chilenos, realizando ballets de leyendas locales tales como Las Tres Pascualas, de Remigio Acevedo, Noches de San Juan, de Salvador Candiani, y Luz en las Tinieblas, de Juanita Terrazas. Junto con dirigir el conjunto, fundó una primera escuela bajo el alero del Teatro. En 1952, se sumó a la escuela Madame Poliakova, quien formó a una gran cantidad de bailarinas clásicas. En 1958, Octavio Cintolesi recibió una invitación por parte del Teatro para fundar un conjunto estable dependiente de dicha institución, lo que dio origen al Ballet de Arte Moderno (BAM), conjunto que posteriormente se convertiría en el Ballet de Santiago del Teatro Municipal.