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Encadenamiento empresarial entre minería e industria

Durante el siglo XIX, Chile vivió dos grandes ciclos mineros basados en diferentes minerales que fueron fundamentales para el desarrollo del empresariado y de la economía nacional en general.

El primero de estos ciclos fue el que relacionó, entre 1850 y 1870, a la explotación de la plata y el cobre en el denominado Norte Chico, es decir, entre la región de Coquimbo y el desierto de Atacama, previo a la Guerra del Pacífico y a la anexión de los territorios de Antofagasta y Tarapacá. En dicho período, en que aparecieron empresarios chilenos pioneros en la exploración del desierto y explotación de esos minerales, el comercio de la plata se mantuvo levemente vigente, ya que entró en crisis en 1860 debido a la baja en la demanda internacional, lo que dio paso a la hegemonía de la explotación de cobre, hasta 1875, cuando explotó una nueva gran crisis económica a nivel mundial y la economía nacional se estancó.

En ese sentido, entre 1860 y 1875, tanto la agricultura como las manufacturas nacionales vivieron un proceso de modernización técnica y crecimiento acelerado de la producción, ya que las regiones del norte demandaron bienes de consumo -principalmente para empleados y obreros de las faenas mineras- y la necesidad de disminuir los costos de producción llevaron a los propios empresarios mineros a fundar fábricas, maestranzas y fundiciones, con la finalidad de producir sus propios ferrocarriles -además de los adquiridos en el exterior- y de fabricar los insumos, materiales y maquinarias necesarios para aumentar las faenas productivas, comenzando así un lento proceso de sustitución de importaciones.

La instalación de esos nuevos establecimientos, tanto fabriles como mineros, transformó las costumbres trashumantes de los pirquineros y mineros artesanales y los transformó en mano de obra asalariada que se estableció definitivamente en los pueblos cercanos a las faenas, además de crear nuevos "pueblos mineros". Esto último aumentó la necesidad de abastecimiento, propiciando el crecimiento del mercado interno, el traslado de productos agrícolas, ganaderos y de bienes de consumo desde la zona centro-sur del país, tanto en ferrocarril como en barco y fueron, en muchos casos, los propios empresarios cupríferos quienes diversificaron su área de producción, transfirieron capitales y conformaron sociedades destinadas producir esos bienes de consumo.

La importancia de la minería del cobre radicó en el empuje de la exportación de ese mineral y también en que "los empresarios mineros fueron descubriendo que algunos elementos de fabricación más sencilla podían obtenerse con mayor expedición y economía si se producían en el país. […] Ante un mercado interno tan poderoso como el de la minería, resultaron tentados explorar aunque fuese los intersticios que ocasionalmente dejaba el comercio de importación. Así, empezó a configurarse en el país una industria dedicada a la fabricación de herramientas, repuestos y bienes de capital requeridos por la minería. Donde el nexo se hizo más evidente fue en las propias provincias nortinas, que ya a mediados de siglo acogían a los primeros talleres especializados en atender a empresas y ferrocarriles mineros. Con el correr de los años y a medida que el cliente también crecía, estos se fueron transformando en establecimientos mucho más autónomos e imponentes, verdaderos pioneros en la historia de la metalmecánica nacional" (Pinto, Julio y Ortega, Luis. Expansión minera y desarrollo industrial: un caso de crecimiento asociado (Chile, 1850-1914). Santiago: Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Chile, 1990, p. 77).

La crisis económica posterior solo fue sorteada por los empresarios chilenos y extranjeros luego de comenzar la guerra contra Perú y Bolivia en 1879. Terminado el conflicto bélico, Chile anexó los extensos territorios en que la riqueza explotada era la del salitre, pero que también contenía plata, cobre y diversos productos minerales necesarios para la industria en general, como el bórax y el azufre, por ejemplo. Si bien todos estos minerales fueron en su mayoría exportados, en el caso del salitre el mercado chileno fue el principal consumidor latinoamericano, utilizado como abono para las tierras agrícolas del sur donde la producción se modernizó rápidamente desde 1870.

Los historiadores Carmen Cariola y Osvaldo Sunkel han escrito un importante estudio relacionado con este segundo ciclo de crecimiento minero (desde 1880 en adelante) que generó un encadenamiento productivo con las otras áreas de la producción nacional. A su entender, la industria del salitre generó "una serie de condiciones sumamente favorables para la expansión industrial: un mercado nacional de consumo en crecimiento y relativamente protegido, una infraestructura de transporte y comunicaciones, disponibilidad de abundante mano de obra urbana a un bajo costo salarial. Estas favorables circunstancias permitieron la consolidación de las iniciativas manufactureras que empresarios aislados habían promovido en el campo industrial en las décadas anteriores. Las oportunidades de ganancia que se abrían en el campo industrial estimularon, por otra parte, las inversiones de los sectores empresariales que se habían formado y continuaban expandiéndose en la minería, el comercio, la banca, las importaciones, y la agricultura. En estas iniciativas participaban con frecuencia capitales y sobre todo tecnología extranjera, muchas veces personificada en la inmigración de empresarios, ingenieros, técnicos y mano de obra especializada. (…) La formación, dentro de la burguesía empresarial nacional, y en estrecha asociación con ella, de un empresariado industrial, adquirió carácter institucional con la fundación de la Sociedad de Fomento Fabril en el año 1883. Esta institución obtuvo rápidamente importancia como representante del grupo de presión y de los intereses industriales, particularmente en sus relaciones con el Estado y la opinión pública" (Cariola, Carmen y Sunkel, Osvaldo. Un siglo de historia económica de Chile 1830-1930, dos ensayos y una bibliografía. Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1982, p. 98).

Un producto fundamental para el funcionamiento tanto de la industria como de la minería fue el carbón mineral utilizado como combustible, extraído en la región de Concepción, principalmente en Lota y Coronel y exportado desde Talcahuano hacia el norte.

Gracias a este crecimiento empresarial, se desarrolló tanto la industria fabril como la producción agro-ganadera, que abasteció los puertos y caletas del norte del país y las pulperías de las oficinas salitreras de las pampas de Tarapacá, Antofagasta y Taltal, que fueron el polo de desarrollo económica del país durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX.