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Poblamiento

Las intensas migraciones hacia Santiago impulsaron la formación de innumerables poblaciones que, construidas sobre la base de desechos como latas, cartones y maderos viejos, brotaron con tal rapidez y magnitud que fueron denominadas poblaciones callampas. Por esta razón durante el siglo XX una de las principales preocupaciones del Estado fue buscar una solución al apremiante asunto de la habitación popular que padecía de problemas tales como el barro, el hacinamiento, el frío, la falta de agua, luz, alcantarillado, equipamiento comercial, educacional, de salud y recreación.

En este contexto, en 1954 se estableció la Corporación de la Vivienda (CORVI) que logró construir la población San Gregorio en La Granja y la José María Caro en San Miguel. Posteriormente, el gobierno de Eduardo Frei Montalva implementó la denominada "operación sitio" mediante la cual los pobladores tomaban créditos para adquirir terrenos dotados de urbanización básica, es decir: letrinas, calles ripiadas, soleras, pilones de agua potable y tendido eléctrico. No obstante, por la lentitud del proceso de construcción de viviendas y el aumento explosivo de las necesidades habitacionales, estas iniciativas no lograron contener las siempre crecientes ocupaciones de terreno de los pobladores sin casa. De todas estas tomas la más conocida y famosa es la ocurrida el 30 de octubre de 1957. Las familias que realizaron esta acción provenían de un conjunto de poblaciones callampas instaladas a orillas del Zanjón de la Aguada, tradicional lugar de miseria desde los tiempos del intendente Benjamín Vicuña Mackenna. Allí vivían, hacinadas en una franja de cinco kilómetros de largo y 125 metros de ancho, unas 35.000 personas que formaban diez poblaciones las cuales habían realizado innumerables gestiones para adquirir un sitio. Dos incendios gigantescos ocurridos en octubre de 1957 precipitaron la ocupación de la chacra La Feria. La reacción de las autoridades fue ordenar el desalojo, pero la intervención del arzobispo José María Caro permitió la permanencia definitiva de los ocupantes que bautizaron la población con el nombre de La Victoria.

El proceso de tomas de terreno se agudizó diez años más tarde cuando el fracaso de las políticas sociales dio paso a la acción de los movimientos más radicalizados. Así en marzo de 1967 el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) impulsó la toma de la Herminda de la Victoria. En 1968 hubo más ocupaciones y en 1969 éstas aumentaron a 35 y en 1971 a 172, totalizando 416 tomas en esos cuatro años. En este período, unas 54 familias, el diez por ciento de toda la población de Santiago, logró un terreno por este medio. Los primeros pobladores llegaban como un susurro que luego se transformaba en un murmullo provocado por una masa incontenible de seres humanos que venían de todas partes en sigilosas hileras, con carretones y carretas. Parecían extraños seres con mochilas improvisadas, arrastrando bolsos, desechos, cartones, frazadas, niños apurados caminando de la mano de su madre, llenos de esperanza. En pocos minutos nacían poblaciones de más 4.000 habitantes que durante las horas y días siguientes debían resistir las acciones de la policía y consolidar la ocupación.

A partir de la década del setenta el crecimiento demográfico de Santiago se ha producido por el crecimiento vegetativo, número de nacimientos menos número de defunciones, de sus habitantes. Entre 1970 y 1982 sólo un 19,5 por ciento del crecimiento intercensal de la población de Santiago se debió a migraciones desde las zonas rurales. El movimiento migratorio ha sido, entonces, reemplazado por desplazamientos al interior de la ciudad motivados por acciones derivadas de las políticas de Estado. Estos movimientos fueron legalizados con la promulgación del decreto Nº 2.552 de febrero de 1979, denominado "Programa de viviendas básicas de erradicación de campamentos", que entre ese año y 1985 radicó y erradicó dentro de la ciudad 28.703 familias, cantidad que equivale aproximadamente a la población de la ciudad de Talca en 1985. Del total de las familias erradicadas un 77,3 por ciento fue desplazado a sólo cinco comunas del área sur de Santiago: La Pintana, Puente Alto, La Granja, San Bernardo y Peñalolén. Además del problema de la segregación espacial, las familias desplazadas sufrieron el desarraigo de su entorno habitual y familiar. Las comunas receptoras, generalmente pobres en infraestructura y equipamiento, debieron soportar la llegada de los pobladores formando bolsones de pobreza y marginalidad social. En cambio, a buena parte de las comunas "dadoras" de población este proceso las benefició con una rápida valorización de los terrenos abandonados por los campamentos. Como consecuencia de estos movimientos de poblaciones se desarrolló una mayor homogeneidad social en las comunas.

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