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Educación física e higiene

Adolfo Murillo fue uno de los principales impulsores del desarrollo de la educación física y de las clases de higiene en las escuelas públicas de todo el país, para enseñar a los niños y jóvenes sobre las diversas formas de conservar la salud personal a través del cuidado del cuerpo.

Murillo argumentó en una de sus publicaciones -solicitadas a la Facultad de Medicina por el Ministro de Instrucción Pública Abdón Cifuentes (1836-1928)- que el ejercicio físico era una de las principales formas de mantener la armonía del cuerpo, ayudando a los sujetos a evitar contraer ciertas enfermedades (Murillo, Adolfo. De la educación física y de la enseñanza de la higiene en los liceos y escuelas de la República. Santiago: Imprenta de la Libertad de El Mercurio, 1872, p. 8-9).

Según Murillo, era necesario implementar dos tipos de ejercicios, uno normal destinado a niños y jóvenes con el objeto de mantenerlos vigorosos, fuertes y activos, método que denominó gimnasia higiénica para el cuidado y mantención corporal, y otro método de gimnasia ortopédica o terapéutica, destinada a aquel grupo de infantes y jóvenes que sufrían alguna afección física o de salud general (Murillo, p. 11-12). Además, planteó la idea de que se practicaran en las escuelas diversos deportes como atletismo, natación, esgrima y equitación, entre otros, los que debían ser impartidos en horarios extracurriculares (Murillo, p. 13-16).

Para que los profesores pudiesen interiorizarse en este tipo de prácticas, Murillo recomendó publicar y entregar "pequeños tratados que hagan ver casi al natural el modus faciendi de las diferentes prácticas gimnásticas, y solo así puede hacerse efectiva la enseñanza desde luego que, aunque deficiente, no por eso dejará de producir algunos beneficios" (Murillo, p. 20).

Del mismo modo, la higiene personal y social fue otro de los elementos a desarrollar en estos nuevos planes educativos. Las recomendaciones de Murillo y otros profesionales de la medicina se tradujeron en un decreto promulgado en 1872 por el gobierno de Federico Errázuriz Zañartu (1825-1877), que obligó a las escuelas y liceos a tener un curso sobre higiene, donde se enseñaba el aseo personal, familiar y del hogar, además de los cuidados que se debía tener en la escuela y otros lugares públicos (Cabrera, María Josefina. "Disciplina y profesiones para el aula: higiene, eugenesia y pedagogía (1872-1941)". Historia 369. Volumen 10, número especial, 2020, p. 20-22).

Murillo adjuntó a esta publicación un extenso "Programa de ejercicios gimnásticos" dividido en nueve series, las que se debían practicar dependiendo del nivel educativo: primaria, liceos, superior, militar y escuelas normales (Murillo, p. 22). Su trabajo constante en defensa de la enseñanza de estas disciplinas lo convirtieron en uno de los principales impulsores de la obligatoriedad de la educación física, decretada en 1889 por el gobierno de José Manuel Balmaceda (1840-1891).