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Enfermedades que más comúnmente atacan a los soldados en Chile: sus causas y profilaxis (1869)

Tras haber obtenido su título de médico cirujano en la Universidad de Chile en 1862, Adolfo Murillo ejerció por primera vez su profesión al interior del Ejército en el año 1864, por lo que conoció de cerca la realidad de los militares y sus afecciones.

Gracias a la experiencia acumulada en dicha labor y las recomendaciones entregadas por sus superiores, fue contactado por el gobierno de José Joaquín Pérez (1800-1889) para confeccionar un estudio sobre las enfermedades más comunes entre los soldados. La intención del gobierno era llevar a cabo un proceso de reforma para el mejoramiento del Ejército.

Murillo llevó a cabo su estudio a partir de los datos que pudo recabar en los hospitales militares de San Borja, Valparaíso, Los Ángeles, Mulchén y Coquimbo pues dentro de los regimientos -y de la institución castrense en general- no existían registros acabados ni actualizados que le pudiesen ayudar en el análisis médico (Murillo, Adolfo. "Enfermedades que más comúnmente atacan a los soldados en Chile: sus causas y profilaxis". Anales de la Universidad de Chile. Santiago: Imprenta Nacional, tomo XXXII, número 1, enero de 1869, p. 92-93).

Mediante este trabajo, Murillo comprobó que las enfermedades venéreas eran las que más afectaban a los soldados chilenos, siguiéndole en importancia las fiebres de diferente tipo, sobre todo las generadas por los resfríos, la gripe y la insolación; la tuberculosis y el tifus o fiebre tifoidea, causadas por condiciones ambientales.

Respecto de las enfermedades venéreas, Adolfo Murillo asoció directamente este dato con la relación estrecha que existía entre los soldados en servicio y el ejercicio de la prostitución. La principal de estas enfermedades fue la sífilis, causante de la mayor cantidad de muertes entre las tropas.

En el contexto más amplio de discusiones sobre el trabajo sexual, Murillo se posicionó dentro de la corriente abolicionista de la prostitución, que pretendía prohibir estas prácticas en la milicia y regularla legalmente al interior de la sociedad chilena.

En referencia a la falta de datos para conocer el estado de salud de las tropas, planteó también la necesidad de crear el cargo de Médico Mayor del Ejército, con la finalidad de que este funcionario recopilara y estudiara dicha información para luego tomar medidas prácticas. Cuando Murillo escribió su estudio, la información de los soldados enfermos emanaba de los hospitales militares y era enviada a los regimientos, donde se archivaba sin mayor análisis o simplemente se perdía.

Murillo fue crítico con el servicio de salud e higiene al interior de esa institución y enfatizó la importancia de crear un cuerpo especializado de médicos militares que se hiciera cargo de las necesidades de los reclutas. Por ejemplo, dentro del Ejército no existía la costumbre de vacunar a los soldados, por lo que muchos adquirían diversas enfermedades contagiosas antes de entrar al servicio, entre ellas la viruela. Propuso entonces que no se admitiera a ningún recluta que no hubiese sido previamente vacunado y que no pasara un examen médico preventivo. Otras recomendaciones fueron las de mejorar la alimentación y la vestimenta entregada a los soldados, prohibirles el acceso a la prostitución, el consumo de alcohol durante el servicio y obligarlos a mejorar su higiene personal.

En el discurso médico de Adolfo Murillo se integraron elementos del higienismo, como por ejemplo las ideas de regeneración social y del mejoramiento de la conducta moral de los miembros del Ejército. Esta posición ideológica y profesional caracterizó a gran parte de los médicos, políticos y educadores del siglo XIX y principios del XX en Chile.