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Salud de la población

La tuberculosis o peste blanca era la enfermedad que mayor número de muertes ocasionaba a fines del siglo XIX. Su carácter no epidémico sino constante la hacía más temible pues siempre se estaba en riesgo de adquirir el mal. Otras enfermedades comunes y devastadoras eran las epidemias de viruela, cólera y en menor medida de peste bubónica. Otros males con un alto porcentaje de mortalidad en los hospitales eran la fiebre tifoidea y la disentería que era una enfermedad infecciosa consistente en la inflamación y ulceración del intestino. La sífilis también era una enfermedad difícil tanto por las dificultades que existían para su tratamiento como por las consecuencias sociales que implicaba. De este modo, a las clásicas pestes, se sumaron en este período las llamadas "enfermedades sociales" -tuberculosis, sífilis y tifus exantemático-, que no eran sino el cuadro clínico de la miseria, el hacinamiento, la carencia de una vivienda higiénica y las extremas condiciones laborales a que estaban sometidos miles de chilenos. Las enfermedades y la muerte eran una expresión más del fenómeno que en su época se denominó la cuestión social. Era el drama histórico de la modernidad industrial y urbana.

De acuerdo con los datos que nos entrega el Anuario Estadístico de la República de Chile a partir de 1860, la mortalidad general por cada mil habitantes del país se mantuvo en la segunda mitad del siglo XIX sobre el 25 por mil tendiendo a superar el 30 por mil a fines de siglo y el 34 por mil en 1920, mientras que en los países europeos la tasa de mortalidad bordeaba el 20 por mil. Los indicadores nacionales alcanzaron un comportamiento similar al europeo de fines de siglo XIX sólo a partir de la década de 1940. Con todo, en 1945, Chile todavía tenía indicadores de salud negativos (19.1) en relación con países como Bolivia (12.8), Paraguay (9.3), Argentina (9.4), Perú (11,9) y México (16.3).

Respecto de la mortalidad de menores de 10 años en Chile ésta superó, durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, el indicador 300 por mil. Lamentablemente no se registraron las muertes de niños de menores de un año por lo que no es posible hacer comparaciones con los datos registrados por los países europeos. No obstante, cabe señalar que en Dinamarca, Francia y Gran Bretaña el índice en el siglo XIX era de menos de 200 por cada mil nacidos vivos, acercándose varios años a los 150 por mil nacidos vivos. En relación al indicador esperanza de vida se calculaba para Chile a fines del siglo XIX entre 27 y 28 años, mientras que en Europa alcanzaba los 45 años. Los centros urbanos, que atrajeron intensamente población chilena, tuvieron tasas de mortalidad general mayores pues las ciudades eran las zonas donde se expresaban con mayor intensidad los problemas sociales y ambientales que afectaban al país. En efecto, en los departamentos de Concepción y Santiago, la mortalidad general superaba el 35 por mil y en algunos años el 40 por mil. Era "el país de los muertos", como ha señalado Gonzalo Vial en su Historia de Chile.