Hacia fines del siglo XIX, las condiciones de vida de la población infantil, constantemente amenazada por una elevada mortalidad, fueron motivo de preocupación constante para el Estado chileno. Ante este panorama, la administración pública intentó revertir esta situación a través de la instauración de políticas públicas de bienestar que asegurasen tanto la supervivencia de los infantes, como la normativización de sus hábitos y conductas. En este sentido, la escuela pareció un espacio privilegiado para la implementación y difusión de estas acciones colectivas destinadas a mejorar las condiciones de vida de los futuros ciudadanos. Con la escolarización se intentaba no solo incorporar a los infantes a los procesos de socialización, sino que también, de formarlos en el proyecto de expansión y fortalecimiento del Estado nacional.

Una de las medidas para terminar con la alta mortalidad infantil fue la instauración de la obligatoriedad de la enseñanza de la higiene en los colegios fiscales, a partir de la promulgación de un Decreto Ley en el año 1872. Asimismo, la defensa de los nuevos territorios adquiridos por el Estado chileno luego de la Guerra del Pacífico, fue posicionando públicamente la necesidad de la implementación de la Educación Física en los liceos nacionales, actividad indispensable para mejorar el orden social y la salud pública del país.

En este escenario, en 1883 se dictó un decreto que estableció la inclusión optativa de la educación física en la Educación Primaria. Alrededor de seis años después, el 10 de enero de 1889, se promulgó un decreto que estableció la obligatoriedad de la educación física. Esta resolución formaba parte de las reformas educacionales impulsadas por el Gobierno de José Manuel Balmaceda (1886-1891) para ampliar el sistema educativo nacional. Con esta medida, no solo se intentaba formar infantes fuertes y con buena salud física, sino que además se buscaba, mediante ejercicios físicos, educar su personalidad y su voluntad, ambos aspectos importantes de la educación integral -intelectual, física y moral- que se pretendía para los educandos.

A partir de la promulgación de este decreto, la educación física entró paulatinamente a las aulas y se creó la primera escuela de formación de profesores del área. El año 1906 se iniciaron formalmente las clases en el Instituto de Educación Física y Manual, institución que formó, preparó y especializó al profesorado que impartiría la asignatura de Educación Física en los establecimientos educacionales de nuestro país. Su primer director fue Joaquín Cabezas, profesional que ejerció una gran influencia en la promoción y desarrollo de las actividades físicas y educativas a nivel nacional.

Durante este periodo se produjo una gran influencia de los modelos suecos y alemán en la educación física en Chile. Sus principales representantes fueron el referido Cabezas y el alemán Francisco Jenschke, quienes entraron en pugna por establecer uno u otro esquema en el sistema educativo. Mientras hacia 1885 la visión de Jenschke era predominante, la designación de Cabezas como primer director del Instituto, en 1906, significó el paso del modelo alemán al sueco.

Los siguientes años fueron cruciales en el proceso de consolidación de la educación física fuera del espacio escolar. Ejemplo de lo anterior fue la realización de la Revista de Gimnasia, y la creación de la Liga Chilena de Educación Física. Durante la década del ´20, la intervención y la participación estatal en este proceso fue cada vez más evidente, sobre todo con la creación de organismos especializados, como la Comisión Nacional de Educación Física, y la Dirección General de Educación Física, en los años 1923 y 1928, respectivamente. Estas instituciones fueron instauradas con el propósito de garantizar la enseñanza adecuada del ejercicio físico, y el bienestar y la salud corporal de los ciudadanos chilenos.