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Las termas como atractivo turístico

Las características geológicas de Chile, con su extensa cordillera y la existencia de una cadena de volcanes en toda su longitud, permitieron la aparición de aguas termales a lo largo del país.

Los primeros en hacer uso de estas fuentes fueron algunos pueblos originarios que les atribuyeron propiedades curativas. Luego, en el siglo XIX, científicos como Ignacio Domeyko (1802-1889) comenzaron a publicar estudios donde mencionaron los beneficios medicinales y terapéuticos de las aguas termales. En esa época sus principales usuarios eran quienes iban con la esperanza de curar y aliviar enfermedades de todo tipo.

Con el tiempo el "turismo terapéutico" comenzó a convivir con el de descanso en los baños termales, ya que la visita a estos lugares también se popularizó entre quienes buscaban tiempo recreativo. Desde la segunda mitad del siglo XIX, algunos empresarios comenzaron a construir hoteles en las aguas termales y a mejorar sus instalaciones. Asimismo, la ampliación de la vía férrea nacional facilitó el acceso a estos lugares. Gracias a ello termas como las de Chillán fueron constituyéndose en importantes centros de descanso y turismo.

En la década de 1930, la consideración de las termas como atractivo turístico fue fomentada por las publicaciones turísticas de la Empresa de Ferrocarriles del Estado, que las incluyeron dentro de los principales atractivos del país, especialmente aquellas ubicadas en la zona central.

La principal característica atribuida a los baños fueron sus bondades curativas. La publicidad destacó su eficacia para enfermedades del hígado, riñones y todo tipo de dolencias. De hecho, la Guía del Veraneante tuvo una sección permanente donde clasificó las propiedades medicinales de las aguas termales del país y que contó con la colaboración de funcionarios de la Sección Aguas Termales de la Dirección General de Sanidad.

Las revistas también relevaron las comodidades que estos baños ofrecían para los turistas, tales como hoteles y caminos. Asimismo, las publicaciones destacaron la oportunidad de descanso que ofrecían las termas, y la belleza natural de los lugares donde se emplazaban. Entre ellas, se encontraban las aguas termales de Cauquenes, sobre las cuales la Guía del Veraneante 1944 afirmó que sus baños se ubicaban "entre enormes y hermosos cerros que forman la avanzada de la Cordillera de los Andes" (Santiago: Talleres Gráficos de los FF.CC. del E, 1943, p. 81).