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Rosario Rodríguez de la Serna y Alicia Armstrong de Vicuña

Gabriela Bussenius no fue la única mujer en hacer cine en Chile durante la época muda. En 1925, Rosario Rodríguez de la Serna había participado como actriz en la película de Jorge Délano, "Coke", Juro no volver a amar. Aquel mismo año, junto al camarógrafo Gregorio Pardo, pidieron al novelista Manuel Ibo Alfaro que adaptara su novela por entregas publicada en El Mercurio a la película homónima Malditas sean las mujeres. La película fue interpretada por Germán Pimstein e Hilda Blancheteaux. La trama gira en torno a un muchacho que es víctima de una mujer coqueta y sin escrúpulos, una suerte de femme fatale que lo obliga a doblegarse frente a sus encantos. Luego de muchas intrigas, el joven se suicida.

Más tarde, Rosario Rodríguez creó La envenenadora (1929), filme basado también en un folletín de la época donde nuevamente recurre a la figura de la femme fatale, pero esta vez en contraste con la mujer virtuosa. La acción de La envenenadora aborda las intrigas de una mujer que envenena a su marido para quedarse con su fortuna y escaparse con su amante. Sin embargo, la hermana de la víctima descubre el crimen y no descansa hasta que encierran a sus autores en la cárcel. Ambas películas no permanecieron más que un par de semanas en cartelera, con muy poco público.

En 1926, Alicia Armstrong de Vicuña dirigió y produjo una película titulada El lecho nupcial. La película fue un intento de un grupo de damas aristocráticas -entre las cuales se contaban Rita de la Cruz, Luisa Eastman, Aida Garfias, Sofía Izquierdo, Inés Valdés y Teresa Izquierdo, dirigidas todas por Armstrong- de reafirmar la independencia de la mujer durante los años veinte; un intento frustrado, según Mario Godoy. De acuerdo a Eliana Jara, la trama cuenta la historia de Helena, una mujer que acepta casarse con un industrial multimillonario de origen humilde. La noche de bodas ella le revela un secreto: en su adolescencia vivió un apasionado amor con un joven de su clase, quien por su vida licenciosa tuvo que huir del país. Su esposo la perdona y para demostrárselo la lleva a un fastuoso viaje por Europa. De regreso a Chile se instalan en Viña del Mar (Cine mudo chileno. Santiago: Fondo de Desarrollo de la Cultura y las Artes, 1994, p. 130).

Según Jara, el estreno de El lecho nupcial fue un gran acontecimiento social que tuvo lugar en el teatro más elegante de la época, el Victoria, y despertó grandes elogios de la crítica, en opinión de la autora, desmesurados.