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Inclinación por la literatura

José Donoso reconoció que desde su adolescencia se sintió atraído por la literatura: "Desde muy temprano que venía afirmando que iba a ser escritor, aun cuando no había escrito ni una sola palabra y, para el medio que me rodeaba, yo estudiaba en el Grange, no sólo mi presentación como escritor era insólita sino simplemente no se tenía noción de eso que era 'ser escritor'" (Contreras, Gonzalo. "Quiero escribir una novela prescindible", Reseña, (3): 11-14, abril-mayo, 1989). Se cuenta que era tal su interés por los libros que frecuentemente durante su época escolar hizo la cimarra para escaparse a la Biblioteca Nacional. Su padre, comentaría más adelante José Donoso, al verlo leer tanto le decía que se cuidara de aficionarse demasiado con esas cosas, porque le podían romper la voluntad, tal como lo hicieron con él: "Era un padre encantador, culto y no muy fuerte. Pero me dio el punto de partida para probarle a él y al mundo, que yo podía ser fuerte, basándome justamente en esas cosas que él tanto amaba y temía..." (Larraín, Ana María, "No soy neurótico, pero tengo mis mañas", El Mercurio, 1 de octubre, 1989, p. 1-3).

Finalizados sus estudios escolares, partió a Magallanes en busca de experiencias nuevas en su vida. Su única compañía fue Marcel Proust, a quien leía mientras trasquilaba ovejas. En cada lectura, se sintió más cercano al mundo literario y por esa razón tras un año fuera, volvió a Santiago, donde se inscribió en el Pedagógico para estudiar Literatura Inglesa. Allí, conoció a los autores europeos que influyeron en toda su posterior narrativa: "Me es imposible dejar de nombrar a Camus y Sartre, que fueron a los que uno asomó el pensamiento en un momento dado. Y ciertamente para mí la lectura de Proust ha sido muy formativa. Pero, la literatura inglesa ha sido lo que más me ha influido, básicamente, porque leo y hablo mejor el inglés. Entre ellos destacaría a Virginia Wolf, William Faulkner y también a Hemingway" (Valdés Urrutia, Cecilia. "Caballeros de la Artes y de las Letras", El Mercurio, 4 de mayo, 1986, p. E4).