lenguas de las regiones fronterizas del norte de México
Las regiones áridas al norte del altiplano central mexicano estaban habitadas por distintas etnias nómades, muchas de las cuales hablaban lenguas de la familia yuto-nahua. La región permaneció aislada de los centros de poder colonial hasta el siglo XVII, cuando se descubrieron ricas minas de oro y plata.
El establecimiento de ciudades y centros mineros vino acompañada de una intensa campaña de evangelización y reducción a pueblos de las diferentes etnias que habitaban la región, conocidas de una manera genérica como chichimecas. Sin embargo, el proceso de cristianización y sometimiento al poder colonial demostró ser difícil y arduo, tal como ocurría simultáneamente con los mapuches del sur de Chile y los chiriguanos en el área del Chaco sudamericano.
Más allá de las regiones habitadas por los pueblos chichimecas, la Compañía de Jesús estableció misiones en Sinaloa, Sonora, Chihuahua y Coahuila, llegando hasta los actuales estados norteamericanos de California, Nuevo México y Texas.
De los diccionarios de lenguas indígenas elaborados para apoyar la evangelización en esas áreas, sobreviven algunos ejemplares únicos y de gran valor como la Noticia de la lengua huesteca elaborada en 1776 por el jesuita Carlos Tapia, una de las pocas obras sobre el idioma huateco o teneek de la costa norte del golfo de México; y un Manual para administrar los santos sacramentos de penitencia, eucharistía, extrema-unción y matrimonio: dar gracias después de comulgar y ayudar a bien morir a los indios de las naciones: Pajalates, Orejones, Pacaos, Pacóas, Tilijayas, Alasapas, Pausanes y otras muchas diferentes (1760), obra escrita por el jesuita Bartolomé García para el uso de las misiones de los desiertos de Coahuila y Texas, al nororiente de México.