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Recorrido de Darwin por Atacama, Tarapacá y sus distritos mineros

El 27 de abril de 1835, Darwin salió del puerto de Valparaíso con rumbo a las regiones del norte de Chile. Dicho viaje lo realizó en caballo, mientras el H.M.S. Beagle seguía su itinerario propio, con la finalidad de conocer los principales distritos mineros de los que había oído hablar en varias ocasiones. El plan era el de encontrarse con el Beagle en las costas de Atacama, cuando Darwin hubiese terminado su periplo por el desierto. Este periplo lo describió en el capítulo XVI de su diario de viaje.

El primer lugar en que pudo visitar las faenas mineras fue en Illapel, específicamente en el distrito minero de Los Hornos, donde observó de cerca a los mineros chilenos y los caracterizó como sujetos derrochadores del dinero, bebedores, asiduos a comprar ropa cuando bajan a las ciudades, y describió su vestimenta como pintoresca, ya que usaban "una larga camisa de sarga obscura y un mandil de cuero, el todo sujeto con una faja de colores vivos, y un pantalón largo; se cubre la cabeza con un pequeño casquete de paño escarlata" (Darwin, Charles. Viaje de un naturalista alrededor del mundo. Buenos Aires: Librería El Ateneo, 1945, p. 404).

Del paisaje, su flora y fauna, no escribió tantos detalles en su diario, ya que le pareció un territorio monótono, desértico y de poco interés para sus estudios naturalistas, aunque sí muy importantes para la geología y mineralogía. Le pareció curiosa la adaptabilidad de la vegetación al clima árido, ya que con cortas lluvias estacionales era posible ver brotar por breves períodos diferentes tipos de plantas, las que eran utilizadas para alimentar al ganado, principalmente caprino.

Respecto a los minerales, los principales eran el cobre y la plata, los que fueron explotados a mediana y gran escala luego de la llegada de los empresarios ingleses, ya que, según Darwin, la población chilena no había visto gran interés en usufructuar de esos minerales.

Por lo mismo, respecto al valor de las minas y la facilidad de los empresarios para perder su inversión, Darwin escribió: "Las compañías mineras han adquirido, en idénticas condiciones de baratura, verdaderas montañas de cenizas llenas de glóbulos de cobre metálico, y sin embargo, como es sabido, casi todas han llegado a perder sumas considerables. Hay que decir, es verdad, que los directores y accionistas de esas compañías hacían tales gastos que era una locura; en algunos casos llegaron a dedicar mil libras esterlinas anuales para dar fiestas en honor de las autoridades chilenas; se expedían bibliotecas enteras de obras de geología ricamente encuadernadas; se hacían venir con grandes gastos mineros acostumbrados a un metal particular, el estaño, por ejemplo, que no se encuentra en Chile; se decidía el suministro de la leche a los mineros en lugares donde no había una sola vaca; se construían máquinas allí donde era imposible utilizarlas; y se efectuaban otros gastos absurdos semejantes, tanto y tan bien, que los indígenas se burlan aun de nosotros" (Darwin, p. 404).

Llamaron su atención también los apiris o cargadores de mineral, los que podían llegar a levantar en sus espaldas, desde el fondo de la mina a la superficie, más de noventa kilos.

Al llegar a Coquimbo, pudo constatar el lento pero continuo crecimiento de la ciudad, favorecido por la actividad portuaria, minera y la inversión de capitales como el de la familia Edwards, que lo recibió como su huésped. Durante su estadía en ese puerto, constató la existencia, aún, del temor a los piratas ingleses entre los pobladores del puerto de Coquimbo, que, más acostumbrados a los extranjeros, le comentaron a Darwin sobre sus experiencias pasadas con los bucaneros. Al igual que en Valdivia, en Coquimbo vivió un fuerte sismo mientras cenaba junto al capitán Fitz-Roy -que para entonces había recalado en ese puerto- y su anfitrión José Agustín Edwards (1815-1878).

Los siguientes días de expedición los dedicó a estudiar las terrazas costeras de Coquimbo y Huasco, para luego dirigirse junto a Edwards a la mina de plata de Arqueos y otros piques mineros del interior de la provincia. Posteriormente se dirigió hacia el norte, pasando por Huasco, Freirina, Vallenar y Carrizal, hasta llegar a Copiapó el 11 de junio de 1835.

De la población de esa ciudad, señaló que gran parte de ellos se dedicaba exclusivamente a las faenas mineras del interior y que los bienes básicos y alimenticios eran los más caros de Chile, ya que "está situada a 18 leguas del puerto y los transportes por tierra son muy dispendiosos. Un pollo cuesta cinco a seis chelines; la carne es tan cara como en Inglaterra; la leña para quemar a de traerse de la Cordillera, es decir, que requiere un viaje de dos o tres jornadas, lo que eleva grandemente su coste; y la obtención del derecho de pasto para una caballería cuesta un chelín por día. Son precios exorbitantes en la América del Sur" (Darwin, p. 420).

Desde Copiapó llevó a cabo su incursión a la Cordillera de Atacama, donde estudió la geología del lugar. Además, en un lugar denominado Punta Gorda, pudo observar edificaciones que identificó como producto de antiguos grupos indígenas que habitaron el desierto, a pesar de la falta de agua y vegetación. Observó también en varias ocasiones apachetas, es decir, montículos formados por piedras amontonadas unas sobre otras que servían a los indígenas para demarcar territorios, fronteras y caminos. Respecto a las ruinas indígenas, Darwin escribió: "En el valle en que me encuentro actualmente, en Punta Gorda, las ruinas consisten en siete u ocho pequeñas casas cuadradas, muy semejantes a las que he visto en Tambillos [cerca del paso de Uspallata], pero construidas con una especie de bloques de barro que los actuales habitantes no saben fabricar con tanta solidez, ni aquí ni en el Perú" (Darwin, p. 423).

Tras recorrer la Cordillera de Atacama, Darwin retornó a Copiapó y de ahí al puerto de Caldera donde era esperado por el H.M.S. Beagle. El barco arribó a Iquique el 12 de julio de 1935, ciudad que para entonces estaba bajo soberanía peruana. Desde allí visitó los pueblos del interior, las faenas mineras y parte de la pampa y la cordillera de Tarapacá. Respecto de Iquique, Darwin escribió: "nada más triste que el aspecto de esta ciudad; el pequeño puerto, con algunos barcos y su grupito de casas, es por completo desproporcionado al resto del paisaje y parece aplastado por él. Sus moradores viven como si se hallaran a bordo de un navío, todo hay que hacerlo venir de una gran distancia; se trae el agua, en buques, desde Pisagua, situada a unas 40 millas (64 km.) al Norte (…)" (Darwin, p. 429).

El contexto de la visita de Darwin a Iquique y sus alrededores fue el de inicios de la república norteña que no poseía gran dominio sobre sus territorios meridionales. El poder político y administrativo peruano se quiso imponer a través de cargas económicas a la aduana del puerto y a la producción y exportación minera de plata y salitre que se encontraba en un momento de incipiente industrialización. Darwin visitó un Perú "sumido en la anarquía; cada uno de los partidos que se disputaban el poder había impuesto una contribución a la ciudad (Iquique) y, al vernos llegar, creyeron que íbamos a exigir dinero" (Darwin, p. 430).

Luego recorrió las minas de San Agustín de Huantajaya y Santa Rosa, para luego ir a la pampa, describir su flora y fauna y conocer los yacimientos de explotación de nitrato de soda o salitre, territorio salino que describió como "una llanura donde ha caído nieve, antes que los últimos copos se hayan disuelto" (Darwin, p. 431).

Los conocimientos adquiridos por Charles Darwin en su viaje por el norte de Chile y el sur de Perú no solo fueron expuestos en su Diario de Viaje (1839), sino que también en su obra Jeolojía de la América Meridional (1846), bajo el título original de Geological Observations on South America, traducido por Alfredo Escuti Orrego, quien señaló que esta era una "(…) una verdadera esposición jeognóstica (sic) de las formaciones sedimentarias e ígneas de Chile i Arjentina, i de las teorías que se relacionan con su oríjen. (...) Esta obra, que ha sido olvidada por sus contemporáneas i, lo que es mas inesplicable, por los hombres ilustres de la América latina, es uno de los títulos mejores del gran sabio a la fama que ha hecho de su nombre una gloria imperecedera." (Darwin, Charles. Jeolojía de la América Meridional. Santiago: Imprenta Cervantes, 1906, p. 6-7).

Posteriormente, el H.M.S. Beagle tomó rumbo hacia Lima y llegaron a esa ciudad a fines de julio de 1835.