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San Francisco de la Selva

El ingeniero francés Amadeo Frezier, en 1713, antes de su fundación oficial, describió Copiapó como "una aldea pequeña cuyas casas están esparcidas sin orden alguno; las minas de oro que hace seis años se han descubierto han atraído alguna gente y actualmente su población puede estimarse en ochocientos o novecientos habitantes". La villa se trazó en unas tierras vacantes ocupadas por una espesa agrupación de árboles y matorrales, especialmente de algarrobos y chañares. El 7 de diciembre de 1744, "en forma de bando, a son de caja y usanza de guerra, con asistencia de ministros militares y vecindario, se leyó en las partes más públicas del pueblo un auto del señor corregidor, por medio del cual se prevenía que al día siguiente se iba a erigir e intitular en nombre de S. M. la fundación de la villa y ordenaba que todas las personas de cualquier estado, calidad y condición asistieran a las ceremonias del acto de fundación", nos indica el historiador de Copiapó Carlos María Sayago. Al día siguiente, el corregidor, acompañado de los vecinos más notables, se internó entre medio de los árboles y matorrales que por tanto tiempo habían sido la espalda del pueblo viejo y, tendiendo cordeladas de ciento cincuenta varas, dejó trazada la plaza, las manzanas y las calles de la nueva villa bautizada con el nombre de San Francisco de la Selva de Copiapó en honor del santo patrono y en recuerdo de la selva que desde ese día debía desaparecer para dar paso al nuevo poblado. Efectivamente, ese mismo día, comenzó el desmonte y la adjudicación de solares. El sitio designado para la plaza mayor es el mismo que hoy ocupa ésta, como también los cuartos de manzana reservados para la iglesia, el cabildo y la cárcel. Casi todos los moradores del pueblo viejo obtuvieron la merced de un cuarto de manzana y unos pocos de media manzana o una entera, bajo la precisa obligación de cercar las pertenencias y de construir, al menos, una media agua con puerta a la calle.