Umbral
Mi escondite consistía en no publicar, no,
no publicar jamás hasta que otros,que yo no conociera,
me publicaran sentados en las gradas de mi sepultura
Juan Emar
A raíz del silencio de la crítica de la época, ante sus tres primeras novelas más bien breves (Un Año, Ayer y Miltín, 1934, todas editadas en 1934) y su colección de cuentos Diez, (1937) Juan Emar -seudónimo de Alvaro Yánez Bianchi- dejó de publicar obras literarias; pero esto no significaba que el que fuera uno de los más excéntricos narradores de nuestra realista narrativa del siglo XX, dejara de escribir: Emar no optó por el silencio ante la incomprensión hermenéutica, sino más bien por el contrario: el 14 de septiembre de 1940, cerca de los 46 años comenzó, según consta en páginas de su Diario -inédito hasta el momento-, a escribir la que sería su obra más ambiciosa -y tal vez la más desmesurada en sus intenciones de toda la narrativa chilena de la pasada centuria- Umbral.
Por ese tiempo, anotó en el citado Diario una frase decisiva: "Soy un escritor y como tal me realizaré". Desde entonces, entre Santiago y el fundo de Quiltripe, en la zona central, y hasta la fecha de su muerte, el 8 de abril de 1964, se dedicó a su obra de aspiraciones totalizadoras, la que quedó inconclusa y de la cual no publicó ni una página de las más de cinco mil mecanografiadas que tenían los originales en su última versión.
Umbral, compuesta de cinco "pilares" o libros: "El globo de cristal"; "El canto del chiquillo" y "San Agustín de Tango", "Umbral" y "Dintel", es una novela que se inicia en el "Preámbulo" al Tomo I, "Dos palabras a Guni". Con la apariencia de una novela epistolar; esta primera carta al personaje-destinatario llamado Guni, fechada el 2 de marzo de 1941 -en una sincronía temporal aproximada al momento en que se comienza a escribir la novela- resulta ser una 'programación' del texto a la vez que un esquema formal y argumental del mismo, que llega hasta el llamado "Tercer Pilar". El tono de esta carta además de apelativo -el narrador no pierde de vista que su relato está dirigido a una interlocutora que lo acompañará en su periplo escritural- es considerablemente metalingüístico, es decir va narrando el relato de cómo se construye el relato, la novela dentro la novela, en una suerte de diario epistolar de la ardua construcción de la obra: "¿Cómo empezar a contarte todo? Tengo aquí una montaña de notas, observaciones, narraciones, qué se yo. Cuando quiero echar mano a ellas, se escabullen".
El intento del narrador por asir la totalidad inabarcable que es Umbral, lo lleva a transmigrar desde un alter ego, Onofre Borneo, a unas máscaras cada vez más difusas y alternantes como el propio Juan Emar y otros narradores. Y es a través de este juego, que la novela se expande, no sólo en relación a sus personajes sino a los procedimientos narrativos y a la inclusión de diversas formas dentro de la misma novela: autobiografía, parodia de textos dramáticos intercalados, ensayo, alucinación esotérica, ciencia ficción, literatura sobre la literatura, etcétera.
En suma, Umbral se presenta al lector del presente siglo, como la novela de más vastas aspiraciones, tanto formales como escriturales, cuya recepción crítica apenas comienza, y que si bien puede producir cierta reticencia por sus poco más de cuatro mil páginas impresas, es, sin duda, una obra memorable y única en ese reciente (y lejano) panorama narrativo de mitades del siglo XX, pero sólo editada en un primer intento que sólo incluyó el "Primer pilar: El Globo de Cristal" en 1977 por Carlos Lohlé y en 1996, en forma completa por el Centro de Investigaciones Diego Barros Arana de la Biblioteca Nacional de Chile.