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Palacios de Santiago

A partir de 1860, con el aumento de los capitales disponibles y la intensificación de los intercambios con Europa, las familias de la elite santiaguina empezaron a renovar sus viviendas, pasando progresivamente de las casas con patio de tipo colonial a "palacios", construidos bajo el modelo del hotel particular parisino. Este cambio se visualizó en dos grandes aspectos arquitectónicos. Por una parte, se abandonó la división horizontal del espacio con patios sucesivos para adoptar una división vertical por pisos, siendo que la primera planta se usaba para la vida pública de la familia (comedor, salones) y que la segunda se reservaba para su vida privada (dormitorios). Por otra parte, se privilegiaron los estilos neo-clásicos y eclécticos, tanto en la fachada como en la decoración interior, en consonancia con la remodelación del paisaje urbano que se venía dando con la instauración de la República.

La construcción de los palacios significó una renovación visual de las manzanas alrededor de la Plaza de Armas y a lo largo de la Alameda, pero también la conformación de nuevos barrios, tales como los ejes de la calle Dieciocho, de la calle Ejército o de la calle República, donde ayudaron a otorgarle mayor plusvalía a los terrenos. En este sentido, si bien el palacio puede ser considerado como un bien simbólico que ayudaba a sentar el dominio de ciertas familias en el panorama urbano, ya que su apellido quedaba asociado a la construcción, también fue un bien de inversión que circulaba entre las mismas familias de elite. Por ejemplo, la Quinta Díaz Gana, al poco tiempo de su construcción fue comprada por los Concha y Toro, cambiando su nombre, para luego pasar por herencia a los Concha Cazotte, cambiando por tercera y última vez su denominación, la que conservó hasta su destrucción en 1931.

El palacio también se acompañó por un cambio en las modalidades de sociabilidad, abandonando progresivamente las heredadas de la Colonia, como la tertulia, para adoptar nuevas formas como los bailes, en espacios privados como públicos, como en el Teatro Municipal. En este sentido, la elite pasó de ocupar el espacio público a ciertos espacios exclusivos en la ciudad, entre los cuales podemos contar paseos como el Parque Cousiño, ciertos clubes como el Club Hípico y el Club de la Unión, teatros y sobre todo sus propias casas.