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Bailes de fantasía

Los bailes, como instancia de la sociabilidad de élite, cobraron gran brillo en Santiago a partir de 1870, siendo organizados en particular durante los meses de invierno. Podían tener distintas modalidades, siendo los más importantes, por su tiempo de organización y por su cantidad de invitados, los de fantasía, que permitían destacar el nivel económico y las conexiones sociales de la familia anfitriona, y que podían acompañarse de la publicación de reseñas en los diarios, de folletos y de la constitución de álbumes fotográficos, como él confeccionado por Odber Heffer para el baile Concha Cazotte de 1912. Entre los más recordados, está el baile de fantasía de Enrique Meiggs (1866), él de la familia Echaurren (1884), él de la familia Edwards (1905) y él de la familia Concha Cazotte (1912).

Los bailes de fantasía permitían a los miembros de la élite mostrar su comprensión de la sociabilidad europea y norte-americana, con la creación de una "temporada", es decir, la asistencia a distintos tipos de eventos sociales (tertulia, sarao, concierto, baile, baile de fantasía) durante los meses de invierno. También ponían de relieve la adopción de los códigos vestimentarios y de las referencias culturales europeas, gracias a la confección de trajes costosos, realizados en el comercio minoritario en Santiago o bien traídos de Europa.

Sin embargo, los bailes de fantasía también suscitaron críticas, en particular por las grandes sumas de dinero que se gastaban en ellos, por el lujo desplegado y por los excesos cometidos, en particular por los asistentes más jóvenes. Esta critica apareció, entre otros soportes, en algunas caricaturas del "Padre Padilla" de Juan Rafael Allende.