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elementos teatrales en las ceremonias

El padre Diego de Rosales (1603-1677) en su Historia del Reyno de Chile señaló que los mapuches carecían de "fiestas públicas, de toros, cañas, comedias, ni las que se hacían en los antiguos anfiteatros". Sin embargo, en el marco de rituales mágicos y ceremonias religiosas -centrales dentro de su cultura-, montaban representaciones y espectáculos que incorporaban elementos susceptibles de ser considerados como teatrales.

Como reseña Eugenio Pereira Salas, los cronistas coloniales describieron el uso de tabladillos que funcionaban a modo de proscenios, donde tenían lugar las danzas y actos que los espectadores de más prestigio presenciaban desde gradas en altura. Esta práctica demuestra que los mapuches "habían delimitado el espacio para la concentración óptica en el escenario de sus representaciones" (Historia del teatro en Chile, p. 17), lo que, sumado al empleo de vestimentas y pintura corporal para caracterizar a distintos personajes, da cuenta del arraigo de la expresión dramática dentro de estas comunidades.

De acuerdo a la relación del Padre Rosales, Pereira Salas asegura que los mapuches incluso habían creado "tipos histriónicos genéricos". Un ejemplo de ello es el personaje que aparecía en la celebración del mingaco, "cuando entraba por una escalera un muchacho tiznado y vestido a lo gracioso, bailando y cantando y dando saltos que producían risas" (Rosales, Diego de. Historia general del reino de Chile: Flandes indiano, 1989, p. 150). Un tipo de "danzantes ridículos" también es descrito por Pineda y Bascuñán, cuando habla de personajes que traían ceñidas a las cinturas unas tripas bien llenas de lana, y más de tres a cuatro varas, a modo de cola colgando, tendida por el suelo, quienes entraban y salían por una y otra parte bailando al son de los tamboriles, "dando coladas a las indias, chinas y muchachos que se andaban tras ellos haciéndoles burlas y riéndose de su desnudez y desvergüenza" (Medina, José Toribio. Cosas de la colonia: apuntes para la crónica del siglo XVIII en Chile, 1952, p. 302).