Hijo de Rosario Montt y del ex Presidente y respetado político decimonónico, Manuel Montt, Pedro Montt Montt perteneció a una de las familias más influyentes de la política chilena del siglo XIX, transformándose en uno de sus protagonistas cuando finalmente fue elegido Presidente de la República en 1906.

Las reformas a la Constitución de 1833 de los años 1871 y especialmente las de 1874, habían cambiado en parte la imagen del Presidente autoritario de comienzos de la época conservadora. En este contexto, ya desde 1876 Pedro Montt actuaba como un político imbuido en la idea parlamentaria de gobierno. Así, por ejemplo, durante la guerra civil de 1891, Pedro Montt actuó como agente confidencial de los revolucionarios ante el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica. No obstante, después de estos sucesos y una vez afianzado el régimen parlamentario, Pedro Montt comenzó a esbozar sus primeras críticas en contra del sistema político, especialmente en relación a la pérdida de facultades del Presidente de la República y su subordinación al parlamento, ya que se dio cuenta que esta situación podía dificultar en extremo las gestiones de gobierno, tal como le sucedió cuando fue Presidente de la República.

En 1901, Pedro Montt postuló a la presidencia de la República pero fue derrotado por Germán Riesco. Cinco años después volvió a postularse con una candidatura que enarboló la bandera de la regeneración política y administrativa de las instituciones políticas del Estado. Él y la Alianza Liberal -conglomerado integrado por radicales, nacionales, una parte de los liberales y una fracción conservadora- estimaban que la presidencia de la república había sufrido desde 1892 un sucesivo despojo de sus facultades más necesarias, como la de nombrar a los ministros de Estado. En 1906, el triunfo de Montt, como candidato de la alianza y de una fracción del partido conservador, abrió enormes esperanzas en la ciudadanía que confiaba en sus capacidades para enmendar el sistema político y afianzar el orden institucional.

Una vez en la presidencia, canalizó sus esfuerzos en conseguir la conversión metálica y la realización de un vasto plan de obras públicas. Sin embargo, pese a la expectativa que originó su campaña y elección, los resultados de la gestión presidencial de Pedro Montt fueron magros y una sensación de frustración, fracaso y crisis se apoderó del país. Montt debió enfrentar el terremoto de 1906 y durante su gobierno ocurrió uno de los acontecimientos más trágicos de la época: la Masacre de la Escuela Santa María de Iquique. Algunos hablaban de la crisis moral de la república y otros de la cuestión social. Nuevas clases sociales emergían en las ciudades y zonas mineras, al igual que nuevas ideologías y formas de sociabilidad cuestionaban el orden político y económico decimonónico. Frente a los agudos conflictos que vivía la nación, la elite no encontraba las soluciones adecuadas para los desafíos políticos, sociales y económicos que imponían la realidad nacional. Pedro Montt captó la crisis de la república y de sus instituciones, atribuyéndola a la forma como se entendía y se aplicaba el sistema político. Sin embargo, aparentemente no la comprendió en profundidad, pues aquélla también era una manifestación de los profundos cambios que experimentaba el país a partir de los procesos de urbanización, industrialización y proletarización en el cambio de siglo.

En 1910, Pedro Montt viajó a Bremen, Alemania, a tratar su arteriosclerosis y arritmia cardiaca, donde falleció sin terminar su mandato. Fue reemplazado por su vicepresidente, Elías Fernández Albano, quien también murió en el cargo, por lo que asumió su ministro más antiguo, Emiliano Figueroa, que se desempeñaba en la cartera de Justicia e Instrucción Pública, correspondiéndole a éste presidir las ceremonias del centenario.