En 1847, diversos sectores de la población pidieron al Gobierno modificar la letra del Himno Nacional de Chile creada por Bernardo de Vera y Pintado, puesto que su tono hostil hacia España resultaba anacrónico y ofensivo, especialmente considerando las relaciones diplomáticas recientemente establecidas entre ambas naciones. Tras una prolongada controversia pública, se resolvió cambiar la letra, tarea que fue asignada a un joven funcionario del Ministerio del Interior y Relaciones Exteriores que, junto con desempeñarse como empleado de esa repartición, era poeta, hoy vinculado con el romanticismo. Así, Eusebio Lillo Robles se convirtió en el autor de la nueva letra de la Canción Nacional de Chile, vigente hasta la actualidad. Pese a las múltiples actividades que realizó a lo largo de su vida -fue periodista, político y hombre de negocios-, sería esta labor, producto de un designio prácticamente azaroso, la que le garantizaría un lugar de privilegio en la memoria nacional.

Lillo se posicionó políticamente en el extremo liberal desde temprano. Si bien fue funcionario del gobierno de Manuel Bulnes Prieto, nunca fue partidario de este y pronto se integró activamente al bando opositor. El ideario democrático y liberal al que adhería lo llevó a formar parte de la Sociedad de la Igualdad, junto a Francisco Bilbao, Santiago Arcos y José Zapiola, entre otros. Además, fue el creador de los periódicos El Amigo del Pueblo y La Barra en 1850, publicaciones que difundieron el pensamiento de dicha agrupación. Participó de la revolución de 1851, lo que implicó que fuera confinado en Chiloé, condenado a muerte y, finalmente, proscrito.

Tras la derrota revolucionaria se instaló en Perú y Bolivia por varios años, dedicándose más a los negocios que a la actividad intelectual. Sin embargo, a su regreso a Chile en 1870 se reincorporó a la vida política. Cumplió un papel importante durante la Guerra del Pacífico, como representante del Gobierno encargado de buscar acuerdos con Bolivia y de supervisar a los ejércitos en la zona norte del país, entre otras funciones. Posteriormente, fue senador y ministro de los gobiernos sucesivos.

Aunque su producción poética fue constante, esta solo se dio a conocer a través de periódicos, pues nunca editó en vida un volumen con sus trabajos. Con el paso del tiempo, se fue alejando de la vida pública, particularmente luego de la Guerra Civil de 1891 y del suicidio de José Manuel Balmaceda, de quien era muy cercano y cuyo gabinete ministerial integró. Incluso, Lillo fue el depositario del Testamento Político que este dejó antes de suicidarse y, como tal, el encargado de publicarlo y difundirlo.

En 1910 surgieron iniciativas para rendirle un homenaje con motivo de las fiestas del Centenario. Sin embargo, Eusebio Lillo, retirado definitivamente de la esfera pública y recluido en su hogar, permaneció ajeno a estos preparativos y murió en julio de ese año, meses antes de los festejos que -contra su voluntad y secretamente- se preparaban.