Subir

La remolienda

En 1965, se estrenaron dos obras emblemáticas de la dramaturgia de la generación del cincuenta: El Tony chico, de Luis Alberto Heiremans, y La remolienda, de Alejandro Sieveking. Esta última es, junto a La pérgola de las flores, de Isidora Aguirre, una de las obras que más montajes profesionales y aficionados ha tenido en nuestro país. Las razones de su éxito se pueden encontrar en que actualiza el folklore chileno y recurre a varios de los motivos que inundan la literatura y el teatro latinoamericano: el campesino -y su ingenuidad-, el prostíbulo, la contraposición entre campo y ciudad, entre otros. Además, los trata en clave humorística o picaresca, creando una comedia de enredos o, como dice César Cecchi, un sainete.

Doña Nicolasa, una viuda campesina, va con sus tres hijos al pueblo de Curanilape con la esperanza de encontrar un nuevo amor y esposas para sus hijos. Los jóvenes hombres no conocen el pueblo, tanto así que se maravillan frente al pavimento y no creen que exista la luz eléctrica. Cuando llegan a su destino, se albergan en un prostíbulo creyendo que es un hotel respetable. Las tres jóvenes que prestan servicios en la casa que regenta Doña Rebeca, ven en los inocentes jóvenes su oportunidad para encontrar, finalmente, un marido. Esto ocasiona innumerables enredos, equívocos y coincidencias, entre las cuales está el reconocimiento entre las dos hermanas, Nicolasa y Rebeca. La acción se desarrolla en un marco cómico hasta que finalmente los jóvenes perdonan a sus enamoradas y, así, todos vuelven al campo como tres parejas felices.

La escritura de Sieveking está formulada a través de modismos y muletillas -poh-, y en las características del habla popular como la omisión de letras -baulaque, entonce-, cambios fónicos -jue por fue-, insultos criollos -peazo 'e mugre-, recursos que pretenden imitar el habla de los campesinos. Además, la obra está cruzada por canciones, cuecas, adivinanzas y chistes de doble sentido. Según Castedo-Ellerman, este "habla popular [que] se desborda sin control", es tan localista que tiene como efecto que "lo valioso se pierda para un público más amplio" (p. 85). Sin embargo, el éxito de los múltiples montajes de esta obra fuera del país, incluso en Estados Unidos, desmienten semejante juicio.

Según Sieveking, La remolienda surge como un "rechazo a las exigencias de un sector. Tenía que escribir una obra y comprometerme políticamente; y yo era comprometido hasta cierto punto" (p. 210).

La remolienda se estrenó el viernes 8 de octubre de 1965 en el Teatro Antonio Varas para la XXV temporada Oficial del Instituto de Teatro de la Universidad de Chile, con el siguiente elenco: Bélgica Castro (Oña Nicolasa), Mario Lorca (Nicolás), Juan Katevas (Graciano), Lucho Barahona (Gilberto), Kerry Keller (Yola), Claudia Paz (Isaura), Sonia Mena (Chepa), Carmen Bunster (Doña Rebeca), Tennyson Ferrada (Renato Sepúlveda), María Castiglione (Mirta), Tomás Vidiella (Mauro), Eduardo Barril (Telmo) y Jorge Boudon como Baudilio. La dirección estuvo a cargo de Víctor Jara, quien eliminó gran parte de las canciones que Sieveking había proyectado para que la obra fuera una comedia musical. La dirección de Jara puso énfasis en las coreografías de los actores, aportando, con estudiados detalles proxémicos, a la comicidad de la puesta en escena. Por su trabajo en La remolienda Jara fue premiado por segunda vez con el Laurel de Oro.

La obra fue adaptada al cine en 2006 en manos del director Joaquín Eyzaguirre. El trabajo de estetización de la obra y el cambio de ciertos elementos por otro universo simbólico, aleja la película de la concepción original de Sieveking, tanto así que él rechazó el guión.