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varias aristas del teatro

Alejandro Sieveking empezó su producción a temprana edad, en una época en la cual la sociedad estaba cambiando en todos los ámbitos. En el ámbito del teatro, la renovación del repertorio formal que habían realizado al alero de las universidades produjeron una generación de dramaturgos que, según María de la Luz Hurtado, tuvo un "recorrido similar al de la generación de principios de siglo, en sus tres vertientes principales: teatro que escudriña la crisis de la oligarquía y de la burguesía; teatro social referido al mundo de la pobreza provocada por la sociedad moderna y teatro político revolucionario" (Teatro chileno y modernidad: Identidad y crisis social, p. 196).

El amplio registro, formal y de contenidos de la dramaturgia de Alejandro Sieveking se dibuja también en la crítica al estado de las cosas y, en ese sentido, nunca ha abandonado el realismo (Piña, Juan Andrés. "Realismo y humanidad en la obra de Alejandro Sieveking", p. 10; Cecchi, César. "El teatro de Alejandro Sieveking", p. 7-8). Sus primeras obras han sido calificadas como realismo sicológico, en la línea de Egon Wolff y Sergio Vodanovic. Obras como Mi hermano Cristián, Parecido a la felicidad y La madre de los conejos escudriñan el interior de los individuos atrapados en estructuras sociales que ya no les acomodan; la familia, la pareja, el trabajo, siempre están sostenidas sobre secretos, mentiras y hábitos que inevitablemente vician las relaciones humanas. Ninguna de estas obras muestra una salida a ese estado de decepción, sino más bien, una especie de resignación frente a las situaciones vitales.

Con Ánimas de día claro, Sieveking inauguró un período de exploración en las tradiciones populares que ha sido llamado realismo folklórico. "Llamaremos corriente folklórica a aquellas de los años cincuenta y sesenta que no solo aprovecha materiales populares, sino que se construye con ellos desde dentro" (Casted-Ellerman. El teatro chileno de mediados del siglo XX, p. 69). Las obras de este período se alimentan de los más variados elementos: creencias populares, mitos, tradiciones, fantasías, música, ritmos, instrumentos, canciones, dichos y adivinanzas. Obras como La remolienda, Manuel Leonidas Donaire y las cinco mujeres que lloraban por él, La virgen del puño cerrado, El Cheruve y La Comadre Lola usan el habla y los arquetipos populares para crear comedias festivas. Según Sieveking, este teatro nació de "un afán por encontrar raíces absolutamente chilenas y de la necesidad de hacer un teatro popular. Popular en el sentido que sea captado y que llegue a la mayor cantidad de público posible, haciéndolo volver a los espectáculos teatrales de los cuales ha huido después de ver compañías profesionales sin vitalidad, montajes tontos graves y un par de obras 'vanguardistas' mal representadas" (citado en Piña, Juan Andrés. "Realismo y humanidad en la obra de Alejandro Sieveking", p. 13).

Una tercera corriente que se puede distinguir es el realismo crítico o crítico-social, dos nombres con que se refieren los estudiosos a esta etapa que incluye a Tres tristes tigres, Dionisio, Peligro a cincuenta metros, Cama de batalla, Pequeños animales abatidos y Todo se irá, se fue, se va al diablo. Esta escritura se basa en "la preocupación por escribir un testimonio del momento actual, manifestando un interés tanto en lo estrictamente social como en lo político" (Guerrero, Eduardo. "Prólogo a Ingenuas palomas y otras obras de teatro", p. 11).

César Cecchi, por su parte, describe otras categorías para comprender la obra de Sieveking. Agrega al realismo sicológico y al realismo crítico, un realismo poético donde incluye a Ánimas de día claro, El cherube y La mantis religiosa, y, según se puede inferir, tiene que ver con una estetización de la fantasía popular.