Las Tres Coronas del Marinero
Considerada por muchos como su mejor película, Las Tres Coronas del Marinero (1982) representa fielmente el estilo cinematográfico de Ruiz, caracterizado por:
1. El rechazo a la idea de conflicto central
La película comienza con una premisa: un estudiante debe salir de Francia pues ha cometido una ilegalidad, un marinero le ofrece su puesto en un buque mercante que está por zarpar, pero a cambio de que escuche su historia. A partir de ahí, el relato no arranca verdaderamente, sino que explota, estalla en múltiples relatos de la vida del marinero y sus encuentros con diversos personajes (un ciego, una bailarina, un hombre de 90 años y un intelectual, entre otros).
2. Quiebres en la continuidad en tiempo y espacio
Las Tres Coronas del Marinero es una obra que va de un lugar a otro, y de un tiempo a otro, ya que la narración está articulada por la memoria y su lógica laberíntica. Muchos críticos han visto en este film una parábola del exilio, estar en todas pero en ninguna parte.
3. Referencias a la literatura
La literatura, clásica o popular, constituye una fuente inagotable de relatos para Ruiz, quien retoma fragmentos de diversos campos y los saca de contexto, los retuerce, los pule. El protagonista de la película dice al comienzo "Mi primer amigo en el barco fue un imitador que imitaba a todo el mundo, estuviera vivo o muerto". En el fondo, ese imitador no es otro que el mismo Ruiz.
4. La exploración estética
Las Tres Coronas del Marinero es un permanente juego estético y técnico. Los movimientos de cámara (travellings), los ángulos contrapicados, la óptica gran angular, los trucajes ópticos, los filtros bicromáticos, caracterizan esta película, cuyas planos están repletos de elementos, operación facilitada por una gran profundidad de campo. El mismo Ruiz se ríe de su efectismo: cuando está agonizando, el ciego le dice al marinero "no lo creas, sólo es pintura roja".