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Sufragio femenino universal

A partir de 1931, las organizaciones feministas presionaron para la obtención del sufragio municipal femenino, promulgado en 1934 y entendido como el primer paso en la entrega gradual de derechos a las mujeres, dada la incierta conducta electoral que se les atribuía y los temores que causaba la figura de las sufragistas europeas y norteamericanas entre los detractores de esta prerrogativa política. Las mujeres votaron por primera vez en la elección municipal de 1935; en esta elección se presentaron 98 mujeres de candidatas resultando elegidas sólo 25, de las cuales 16 estaban vinculadas al Partido Conservador, 16 al Partido Liberal, 5 al Radical, 2 al Demócrata y 1 era independiente.

En adelante, se sucedieron una serie de proyectos en el Congreso Nacional que proponían la plena ciudadanía política de las mujeres chilenas. Entre ellos, estaba el proyecto presentado al presidente Pedro Aguirre Cerda por las abogadas Elena Caffarena y Flor Heredia en 1941 que, pese a las expectativas que generó pues contaba con apoyo presidencial, no fue aprobado. Sólo a partir de 1946, gracias a las presiones de las organizaciones feministas, entre ellas, el MEMCH y la FECHIF, las campañas públicas por la obtención del sufragio femenino universal se intensificaron. Los artículos en la prensa feminista y los folletos educativos fueron algunos de los instrumentos masivos para sensibilizar respecto de las ventajas y responsabilidades que implicaba la obtención de este derecho y para criticar las posiciones ideológicas de quienes se oponían al voto femenino.

Finalmente, la promulgación del sufragio universal femenino se produjo en 1949 durante el gobierno de Gabriel González Videla; a partir de ese año las distintas organizaciones feministas se movilizaron con el objeto de promover la inscripción electoral de las mujeres.