Fragmentos de Karez-I-Roshan
Hacia las primeras décadas del siglo XX, una "moda orientalista se había asentado" en Chile, tiempo después de que el escritor indio Rabindranath Tagore (1861-1941) ganó el Premio Nobel de Literatura en 1913 (Maino Swinburn, Pedro. "Karez -I- Roshan: una 'fuente de luz' en el campo literario chileno de principios del siglo XX". Revista Chilena de Literatura. Número 77, 2010, p. 2). En este contexto, en el año 1921, circuló en las librerías de Chile la traducción de Fragmentos, libro firmado por el poeta afgano Karez-I-Roshan. A las pocas semanas de su aparición, la edición se agotó y tuvo una buena recepción entre los literatos que lo consideraban "una verdadera revelación". Además, "destacados representantes del medio literario norteamericano, como Mr. Huntington, presidente de la Hispanic Society y el poeta Thomas Walsh, envían elogiosas cartas a la traductora, felicitándola por su trabajo y agradeciéndole por poner a su disposición la obra de tan importante poeta. En Francia, mientras tanto, un grupo de escritores comenzó a liderar la candidatura de Roshan al Premio Nobel" (Maino, p. 2)
Sin embargo, la autoría de los poemas que contenía el volumen correspondía a Pedro Prado y al mexicano Antonio Castro Leal (1896-1981), quienes escribieron estos fragmentos, así como los elementos paratextuales del libro: "La confección e impresión del libro no fue realizada por la Nueva Imprenta Tabaré de Montevideo, sino en Santiago de Chile por la Imprenta de Silva, ubicada en la calle Agustinas"; el nombre "Paulina Orth", supuesta traductora del libro, fue tomado de una sobrina del compositor húngaro Franz Liszt (1811-1886); "el barbudo personaje cuya fotografía presentaba el autor de los escritos antologados, no era ni afgano, ni poeta, ni se llamaba Karez-I-Roshan", sino que se trataba de "un chileno, vendedor de pollos, de apellido Naranjo" (Faúndez Morán, Pablo. "Fragmentos de Karez -I- Roshan o de la inutilidad de artistas profesionales". Anales de Literatura Chilena. Año 15, número 22, 2014, p. 51).
El 16 de abril de 1922, Alone (1891-1984), quien fue uno de los críticos que elogió el libro, recibió una carta de Antonio Castro Leal en la que le dio a conocer que tanto él como Pedro Prado fueron los responsables de Fragmentos. Alone publicó la misiva el día 23 del mismo mes en su "Crónica literaria" del diario La Nación. Posteriormente, la historia de la elaboración "fue varias veces repetida y, hasta el día de hoy, libros y artículos dedicados parcial o completamente a Pedro Prado, suelen recordar el episodio" (Faúndez, p. 50).
Por un lado, la crítica literaria del tiempo, recibió "con cierto entusiasmo la mistificación de Prado y Castro Leal, rescatando lecciones referentes a las nocivas repercusiones de las modas literarias, el snobismo y el culto a las apariencias". Por otro, los literatos que realizaron una lectura en conjunto de la obra de Prado, "suelen dedicarle escuetos apartados en los cuales describen las distintas etapas de la parodia, sin prestarle mayor importancia al impacto producido por la publicación de los Fragmentos en el campo literario, ni a las intenciones que animaban a sus dos autores" (Maino, p. 4).
Ante esta recepción, para Pedro Maino, la publicación del texto fue más que una "broma literaria" o un "juego intrascendente", pues repetía la tendencia, "tan arraigada en Prado y sus condiscípulos" -a saber, el grupo de Los Diez-, de "la búsqueda del doble, por el juego de máscaras, por hacer arrancar las palabras desde seres míticos, que se propuso paradigmáticamente con la figura del Hermano Errante" en el manifiesto de la agrupación, "Somera iniciación al Jelsé", y que en Fragmentos estaría representada en Karez-I-Roshan (Maino, p. 6).
Por otra parte, la "operación paródica" que llevaron adelante Prado y Castro Leal, no se limitó a "poner fin a una moda exótica que entorpecía y sofocaba al medio literario nacional, como pudieron observar con total seguridad los críticos de la época, sino, ante todo, poner al descubierto las graves falencias que aquejaban al campo cultural". Estas se relacionaban con que la crítica oficial "parecía detenerse en los umbrales del texto, sin penetrar completamente a él. De ahí la cuidadosa elaboración de los paratextos realizada por Prado y Castro Leal" que evidenciaba tal acercamiento crítico (Maino, p. 7).
Desde otra perspectiva, Pablo Faúndez Morán realizó una lectura de la publicación de Fragmentos a partir del problema de la influencia en el criterio literario y el gusto lector. Tanto Prado como Castro Leal tenían conocimiento del medio literario, sobre todo Prado, por ser un escritor conocido hacia 1921. Esto les permitió intervenir en la recepción del libro, a partir de la "sugestión" literaria que puso en valor Fragmentos. De esta manera, ambos autores hicieron patente "la arbitrariedad en la designación del atributo artístico y la externalidad de los criterios en la construcción del gusto" (Faúndez, p. 60-61).