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enseñanza de la disciplina durante el siglo XIX

El comienzo de la Escuela de Medicina del Instituto Nacional fue revolucionario. Se incorporaron nuevos textos de estudio, así como un nuevo currículo académico en el que se incluían nuevas asignaturas como fisiología, anatomía (debido a los aportes de Andreas Vesalius y su libro De humani corporis fabrica), medicina, cirugía, obstetricia, farmacia, higiene y materia médica. Esta última versaba sobre los materiales con los que se preparaban medicamentos, entre los que destacan la inclusión de hierbas medicinales locales. Igualmente, en el campo de la cirugía, en 1833 se estableció nominalmente la doble titulación médico-cirujano.

Respecto a los libros utilizados, se sumaron a los clásicos textos contemporáneos sobre la materia, algunos textos en francés e inglés y, en la segunda mitad del siglo, también en alemán. Se dejó de lado la hegemonía del latín, debido a que éste ya no era obligatorio en el Instituto Nacional desde 1876. Años antes ya se habían impreso las primeras publicaciones médicas de autores chilenos, las que a fines del siglo XIX fueron en aumento.

Los integrantes de la Escuela de Medicina fueron Guillermo Blest -su director-, Lorenzo Sazié, Pedro Morán y Vicente Bustillos, docentes de medicina, cirugía y obstetricia, anatomía y farmacia, respectivamente. Cada uno de ellos logró una destacada presencia a nivel nacional: Sazié, por ejemplo, fundó en 1834 la Escuela de Matronas que funcionó hasta 1872 en la Casa de Huérfanos de Santiago.

Los cuatro primeros graduados (entre 1833 y 1842) provenían de la élite local, lo que contribuyó a generar un cambio en la valoración de la profesión. Estos eran: Francisco Javier Tocornal, Juan Mackenna, Francisco Rodríguez y Luis Ballester. Debido al mayor prestigio que fue adquiriendo la profesión, para 1863 los alumnos habían aumentado a 40, quienes participaban en las 40 cátedras impartidas por los 10 docentes que componían el plantel.

Tras la creación de la Universidad de Chile, la Escuela de Medicina pasó a formar parte de la Facultad de Medicina de dicho plantel. En 1863 se inauguró el edificio de la nueva Escuela de Medicina en la calle San Francisco, junto al Hospital San Juan de Dios, y en 1889 se trasladó a sus actuales dependencias en el barrio Recoleta. Este traslado coincidió con la puesta en marcha de un nuevo plan de estudios más moderno que contemplaba 6 años de colegiatura, con 23 asignaturas y práctica hospitalaria desde el tercer año. Desde 1893 se incorporó un período de internado (práctica) en el Hospital San Vicente.

La incorporación de tecnología a las investigaciones ayudó a perfilar el carácter científico del estudiantado, gracias a las técnicas microscópicas, al uso del laboratorio para pruebas químicas, así como del estetoscopio, el esfigmógrafo o el oftalmoscopio introducidos por los doctores Schneider y Petit.