Formación de matronas
En 1834 se inauguró el primer curso formal para la instrucción de matronas en la Casa de Expósitos de Santiago, el cual contó con la dirección del médico francés Lorenzo Sazié (1807-1865) y fue financiado por el Estado. Con la creación de la Escuela de Matronas, también conocida como Colegio de Obstetricia, se dio inicio a formación de la primera generación de matronas que fueron examinadas (cf. Zárate, María Soledad. Dar a luz en Chile, siglo XIX: de la "ciencia de hembra a la ciencia obstétrica. Santiago: Universidad Alberto Hurtado, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2007).
Los estudiantes de medicina también recibieron formación en obstetricia, materia que fue incluida en el primer plan de estudios de esta carrera en 1833. Los médicos dirigieron la educación de las matronas y tuvieron injerencia en sus modos de trabajo, por lo que este oficio se subordinó al conocimiento médico. Junto con ello, mientras que el trabajo de las matronas se restringió al parto normal, el de los médicos se enfocó principalmente en partos más complejos (cf. Zárate, María Soledad. Dar a luz…).
Para cientos de mujeres, la formación en este oficio les brindó una posibilidad de incorporarse al mercado laboral femenino del siglo XIX, pues la mayor parte de ellas pertenecían a grupos socioeconómicos modestos. Durante este siglo el trabajo de las matronas se desarrolló principalmente en domicilios, ya que salvo casos excepcionales, la mayor parte de los partos se atendían allí y no en hospitales (cf. Lattus, José y Sanhueza, María Carolina. "La Matrona y la Obstetricia en Chile, una reseña histórica". Rev. Obstet. Ginecol. - Hosp. Santiago Oriente Dr. Luis Tisné Brousse, vol. 2, n° 3, 2007; pp. 271-276).
El objetivo de brindar enseñanza formal a las matronas fue mejorar la asistencia del parto. Asimismo, según la historiadora María Soledad Zárate la formalización de la preparación de las matronas fue una estrategia para luchar con la existencia de parteras, que desde la colonia habían cumplido un rol fundamental en la asistencia del parto (cf. Dar a luz…). En relación a ello, en 1918 la Revista de Beneficencia Pública publicó una circular que señaló que el parto debía ser asistido exclusivamente por personas científicamente preparadas para ello y criticó la permanencia del auxilio de las parteras para estos fines (cf. "El Consejo del Gobierno local y la atención de partos". Tomo 4, n° 3, pp. 270-271).
Desde la fundación de la Escuela de Matronas, la formación de estas mujeres experimentó numerosos cambios en su plan de estudios, orientados a su modernización y profesionalización. Asimismo, durante el siglo XIX la formación de matronas tuvo interrupciones que reflejaron "la fragilidad de esta formación y de un proyecto institucional que no tuvo prioridad entre lo que se entendía como 'profesiones médicas'" (Zárate, María Soledad. Dar a luz…, p. 231). Sin embargo, en las últimas décadas de este siglo surgieron nuevos cursos que contaron entre sus docentes con nuevos médicos y matronas, los que "prepararon el terreno para la implantación de la primera reforma conducente a la profesionalización universitaria del oficio de matrona: el plan de estudios redactado por el médico Federico Puga Borne en 1897" (Zárate, María Soledad. Dar a luz…, p. 231).
Este plan fue difundido a través del Manual de Obstetricia publicado por el médico Carlos Monckeberg en 1898 (Santiago: Establecimientos Poligráfico Roma). De acuerdo a Monckeberg, este libro tuvo el objetivo de sistematizar los conocimientos que debían poseer las matronas y ser un texto de consulta para ellas.
De acuerdo a María Soledad Zárate, "la instrucción de las matronas representó un elemento de ruptura porque para una adecuada asistencia del parto ya no era suficiente el ser mujer y detentar conocimientos populares relacionados a aquel; la matrona poesía una instrucción que tenía un sello científico que más adelante, en el siglo XX, adquirió carácter universitario" (Dar a luz…, p. 466).