Contrato con el Gobierno de Chile
Desde la década de 1820, los gobiernos republicanos contrataron a científicos extranjeros para realizar la tarea de reconocer el territorio nacional, definir sus límites, riquezas y recursos naturales, además de educar a los futuros científicos del país.
En este escenario, las necesidades económicas y políticas de dar unidad social, cultural y geográfica al país impulsaron al gobierno de Ramón Freire (1787-1851) a contratar en 1826 al militar y naturalista francés Juan José Dauxion Lavaysse (1775-1829), a quien se le encargó la misión de realizar un viaje por todo el territorio nacional. Del mismo modo, se contrató a los ingenieros y geógrafos Alberto D´Albe (1789-1924) y Carlos Ambrosio Lozier (1784-1865) para confeccionar la primera carta geográfica científicamente exacta del país (Barros Arana, Diego. Don Claudio Gay, su vida y sus obras. Obras completas de Diego Barros Arana. Tomo XI. Estudios histórico-biográficos. Santiago: Imprenta Cervantes, 1911, p. 247-249).
Aunque estos recibieron su remuneración y realizaron algunas actividades relacionadas con sus contratos, ni Lavaysse -quien publicó solo algunos de sus apuntes de viaje- ni D´Albe y Lozier -quienes trazaron planos militares y cartas de algunas provincias del territorio- cumplieron con las expectativas del gobierno por diversas razones. A Lozier, por ejemplo -según Diego Barros Arana (1830-1907)-, "le faltaban casi todos los instrumentos necesarios para fijar la situación de los lugares, para medir la extensión, para calcular las alturas, etc., etc. (…) De sus investigaciones no se podía sacar resultado alguno, porque no estaba preparado por sus conocimientos, ni poseía la penetración de espíritu que esas observaciones requieren" (Barros Arana, p. 267-268).
Tras la consolidación en el poder del bando conservador y la estabilización de la política interna, se inició nuevamente la búsqueda de intelectuales para retomar las tareas de investigación científica. En aquel momento ya se encontraba en Chile el naturalista francés Claudio Gay Mouret, quien arribó al país en 1828 en compañía del doctor Pedro Chapuis, quien había sido comisionado por Diego Portales (1793-1837) para contactar a profesores franceses que quisiesen ejercer su profesión en Chile, con lo cual se fortaleció tanto a colegios privados como al Instituto Nacional.
Claudio Gay llevaba dos años ejerciendo como profesor de ciencias naturales cuando en septiembre de 1830 firmó junto a Portales el contrato que estableció que el naturalista iba a llevar un viaje de carácter científico por todo el territorio, desde el desierto de Atacama hasta la Isla de Chiloé, con la finalidad de estudiarlo en sus ámbitos geográfico, geológico, botánico y zoológico. Además, debía recopilar información para establecer una estadística variada de todo aquello que encontrara en su camino, principalmente: la población, flora, fauna, minerales y productos necesarios para desarrollar la industria y el comercio. El contrato se firmó bajo la promesa de realizar esta tarea por cuatro años, luego de los cuales Gay debía entregar redactada una "Historia Natural General de la República de Chile", acompañada de láminas, dibujos y grabados, una geografía física y descriptiva; una geología detallada y una estadística general del país (Barros Arana, p. 277-279).
Se comprometió también a formar un "Gabinete de Historia Natural", en donde se iba a resguardar una colección con parte de las muestras minerales, vegetales y animales recolectadas, acompañada de un catálogo. En dicho establecimiento -posteriormente rebautizado como Museo de Nacional de Historia Natural- se enseñaron ciencias naturales a estudiantes del Instituto Nacional y la Universidad de Chile.
Otro de los puntos específicos de su contrato -que también había sido señalado en el contrato firmado entre Ramón Freire y Dauxion Lavaysse- indicó que la obra de Gay debía "dar a conocer las riquezas del territorio de la república, para estimular la industria de sus habitantes y atraer la de los extranjeros". Gay debió poner además toda su biblioteca a disposición del trabajo encomendado; la que donó a plenitud tras su término.
A cambio de esta labor, el gobierno se comprometió a: pagar veinticinco pesos mensuales, mientras durara su estadía en el país; entregarle los instrumentos técnicos necesarios; interceder para que los líderes y autoridades locales prestaran su apoyo en las faenas de investigación; y, al terminar su tarea, entregarle un premio de tres mil pesos (Barros Arana, p. 279).
Este contrato dio como resultado, luego de casi cuarenta años de trabajo, más de treinta volúmenes que formaron la Historia Física y Política de Chile, el Atlas de la Historia Física y Política de Chile y otros escritos, publicados en Francia y luego en Chile. Se sumó además un mapa detallado del territorio nacional, mapas y planos de las provincias que visitó y una cantidad importante de láminas con dibujos, grabados y pinturas en las que reflejó la flora, la fauna, los paisajes naturales y la población urbana y rural del país a través de la representación de diferentes actividades populares, con lo que generó una primera gran iconografía nacional.