José Miguel Blanco (1839-1897)
La formación artística de José Miguel Blanco comenzó en un curso nocturno para obreros dictado por Juan Bianchi en el Instituto Nacional. En 1858 ingresó al talleres de escultura de la Escuela de Bellas Artes, lo que lo llevó a integrar la primera generación de escultores chilenos, junto a Nicanor Plaza.
En marzo de 1867, gracias a las gestiones de Diego Barros Arana, fue becado por el Presidente de la República, José Joaquín Pérez, para viajar a Europa y continuar allí sus estudios. En París se incorporó a un reconocido Taller de Grabación de Medallas antes de ingresar a la Escuela de Escultura, donde estuvo entre los mejores alumnos y su obra tuvo una muy buena acogida en los salones.
Aun cuando su carrera en Francia quedó trunca, el contacto directo con las obras, talleres y maestros europeos, resultaron determinantes en su desarrollo personal y profesional. Tras esta experiencia, "la personalidad de Blanco estaba formada. Las múltiples lecturas espontáneas de su juventud se habían transformado en cultura artística académica. Incansable, recoge fotos, copias, reproducciones que le permiten decorar su taller con documentación gráfica indispensable. Sus pupilas estaban también cargadas con la visión de los museos visitados" (Pereira Salas, Eugenio. Estudios sobre la historia del arte en Chile republicano, p. 102).
El paso por Europa, junto con enriquecer su acervo referencial y perfeccionar su técnica, estimuló en Blanco una veta intelectual, sustrato de las ideas que, con el tiempo, informarían su discurso creativo. Obras como el busto de Miguel Luis Amunátegui, "El tambor en reposo" y "El monumento de Atacama" -entre otras que produjo a su regreso al país en 1875- dan cuenta no solo de una técnica depurada y una visión global de las artes, sino también de un hacer atravesado por "un agudo nacionalismo americanista que hizo presa de casi toda esa primera generación escultórica, insuflándole cierto convencionalismo retórico de inspiración literaria." (ibíd.).
Asimismo, esta arista intelectual la volcó Blanco en una interesante labor como escritor y cronista, cuyo principal propósito fue la difusión del arte. Colaboró en medios de prensa como Las veladas literarias y El Ferrocarril, antes de fundar, en 1885, El Taller ilustrado, que circuló durante casi cuatro años.
Blanco falleció el 4 de febrero de 1897 a los 57 años de edad, dejando un amplio legado de obras escultóricas, gráficas y literarias.