Producto de la política de libertad de palabra colonial, cualquier habitante podía escribir a los Reyes de España sobre asuntos de las Indias. Y esta situación fue casi obligatoria para las autoridades civiles y eclesiásticas. De esta forma, el Cabildo, la Real Audiencia, los Obispos y cualquier otro párroco perteneciente a las diversas órdenes religiosas se erigieron como la extensión de los ojos de los monarcas en Santiago colonial.

Los eclesiásticos fueron durísimos en criticar las políticas del Rey. A nivel internacional baste mencionar los enconados debates del padre Bartolomé de Las Casas. En Chile, tampoco se quedaron atrás, sobre todo cuando debieron defender al pueblo mapuche de las tropelías y abusos de los encomenderos. Famosas son algunas misivas enviadas por el segundo Obispo de Santiago, el dominico Gil González de San Nicolás, a causa de la defensa de los aborígenes. Pero si de fiscalizar el cumplimiento de la legislación proteccionista hacia los indígenas se trató fue la Compañía de Jesús una de las órdenes más sobresalientes en esa labor, destacando el rol cumplido por el padre Luis de Valdivia.

Todo este acerbo de correspondencia ha sido conservado en el Archivo Arzobispal de Santiago y compilado por Elías Lizana.