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Desde muy joven

Benjamín Vicuña Mackenna nació en Santiago, en el seno de una de las más conspicuas familias de la aristocracia criolla. Los Vicuña no eran un clan prestigiado por su riqueza económica, sino por su gran influencia en la vida pública, esfera en la cual varios de sus miembros se habían destacado. El abuelo paterno, Francisco Vicuña Larraín, comerciante de oficio, desempeñó los cargos de Diputado, Presidente del Senado e, incluso -por un breve período, durante la revolución de 1829- Presidente de la República. El padre de Benjamín, Pedro Vicuña Aguirre, también empresario, se desempeñó fundamentalmente en las arenas periodística y política: editó el primer periódico porteño, El Telégrafo Mercantil, y fue cofundador y redactor principal de El Mercurio de Valparaíso, así como de varias otras publicaciones de marcado sesgo liberal. Esta filiación política de profundo arraigo familiar, por la cual bregó activamente, le significó el destierro en 1846. Por la línea materna, descolló la figura de su abuelo irlandés, el General Juan Mackenna O'Reilly, quien participó en las campañas militares de la Independencia y fue amigo y consejero de Bernardo O'Higgins.

La primera infancia de Benjamín Vicuña Mackenna transcurrió en Llayllay, donde su padre mantenía negocios. Volvió a la capital en 1840 para cursar los estudios primarios y se estableció en casa de su tío Félix Mackenna, quien estimuló en él la afición por la lectura, al punto de que "cuanto libro cayera en su manos era devorado" (Orrego, p. 32). Su formación intelectual estuvo "alentada por una viva curiosidad, una memoria fuera de lo común y una imaginación desbordante" (Dichens, M. y R. Couyoumdjian, p. 11), cualidades que, con el tiempo, darían fruto a una producción literaria abundante, diversa y atractiva.

Poco después de graduarse de las humanidades en el Instituto Nacional, se inició en la vida pública, colaborando primero en la "Comisión de Aconcagua" de la Junta Liberal, y oficiando más tarde como secretario de la Sociedad de la Igualdad, al mismo tiempo que estudiaba Derecho en la Academia de Leyes de la Universidad de Chile. Era una época en la que, según el propio Vicuña Mackenna, "la sociedad misma se sentía como de suyo arrastrada a las emociones de una vida de novedad en cambios y en encantos. (...) En todo se notaba un movimiento, una expansión, un vitalidad poderosa y brillante como en esas alegres mañanas de la juventud y del estío en que se emprende en medio del alborozo y el bullicio de la casa, un viaje de placer. ¿A dónde íbamos? Nadie lo preguntaba" (Vicuña Mackenna, B. Relaciones históricas, tomo II).