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retoque

Se tiende a creer que, antes de que existieran programas que permitieran retocar digitalmente las fotografías, este tipo de imagen constituía un reflejo exacto y fidedigno de la realidad. Sin embargo, desde los inicios de la fotografía, que se remontan a 1839, existieron técnicas para "corregir" manualmente las pequeñas imperfecciones del cuerpo humano.

Al principio, se estilaba colorear las mejillas e iluminar las joyas en las fotografías de estuche, con el fin de lograr un efecto más cercano a la realidad. Sin embargo, una vez que se inventó el negativo sobre placa de vidrio, se empezó a trabajar directamente sobre la matriz fotográfica, mejorando sustancialmente la técnica de corrección de la imagen. Las herramientas de los profesionales incluían bisturíes que permitían raspar la emulsión de los negativos sobre placa de vidrio, y lápices de cera con los cuales se rellenaba el espacio o se redibujaban contornos.

En cuanto al retoque sobre positivo, este recurso alcanzó su apogeo en las décadas de 1930 y 1940, con la influencia del glamour y la estética hollywoodenses. En Chile, uno de los exponentes de este estilo de retoque -cuyos resultados hoy en día pueden considerarse exagerados-, fue Juan Gallardo (1906-1976), quien convertía a las jóvenes rancagüinas que pasaban por su estudio en auténticas estrellas de cine. En sus retratos es posible advertir cómo todo está retocado: el pelo presenta ondulaciones artificiales, las cejas se arquean a la perfección, las pestañas han sido alargadas y la nariz rectificada; los labios lucen de un color profundo, los dientes se ven impecablemente alineados y blancos, y hasta las orejas han sido recortadas en ocasiones para destacar el peinado.