reproducción de la palabra escrita
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la proliferación de imprentas en Chile significó la extensión de la cultura escrita hacia segmentos de la población hasta entonces marginados de ella. De este modo, los pliegos y cuadernillos de poesía impresa -tal como sucedió con los boletines gremiales de los tipógrafos en un primer momento y con la prensa obrera más tarde-, instalaron un espacio de expresión y difusión del sentir popular que permitió sentar las bases de una cultura letrada alternativa al discurso de las clases dominantes.
Aunque existen algunos antecedentes durante el periodo independentista, los primeros que utilizaron la imprenta como medio de expresión identitaria popular fueron los tipógrafos, oficio que consiste en el armazón de los caracteres que se imprimen en el papel. Dado que eran obreros alfabetizados, los tipógrafos publicaron una serie de boletines, manifiestos y periódicos, por lo que han sido considerados como los precursores de la prensa obrera, la que a su vez, alcanzará su época de mayor esplendor durante los últimos años del siglo XIX y las primeras décadas del XX; es decir, los años de mayor agitación social. A este primer gran impulso se sumaron prontamente otros gremios de trabajadores e intelectuales populares, lo que dio paso, además de informaciones, a la publicación de expresiones como la zarzuela o el teatro. Otros, como el célebre y multifacético Juan Rafael Allende, lo hicieron a través de la prensa satírica. Poco a poco, los impresos de origen popular fueron compitiendo con la denominada "prensa seria", sentando las bases de una cultura letrada alternativa, y muchas veces desafiante, a los sectores de la clase política dominante.
Esta expansión letrada populares lo que motiva a cantores y poetas populares a plasmar sus creaciones mediante el recurso de la escritura, dando forma así a liras, cancioneros y cuadernillos, que integraron simultáneamente la tradición oral -de herencia campesina- con la cultura letrada de la ciudad.