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Manifiestan crónicas

En plena época colonial, el tema de la contaminación se asoció a la problemática de la higiene pública y era responsabilidad del Cabildo quien debía dictar ordenanzas y disposiciones sobre el medio ambiente. En 1588 el Cabildo de Santiago acordó que "no era conveniente al bien y limpieza, que hubiese basurales en la calle". En 1712, el propio Cabildo destina fondos a la limpieza de las calles "por ser asqueroso el espectáculo de los basurales y de los animales muertos devorados por las aves de rapiña a vista y paciencia de los vecinos". En la misma época y por iniciativa del gobernador Juan Andrés de Ustáriz, se empezaron a empedrar algunas calles de la ciudad, que hasta entonces "habían sido lodazales intransitables en el invierno y lechos de polvo en el verano". A pesar de la lentitud del proceso, bajo el gobierno de Luis Muñoz Guzmán (1803-1808), se dio un fuerte impulso a la pavimentación y enlosado de las calles, fenómeno que continúo durante la República.

Muchas de estas acciones buscaron mejorar la salubridad e higiene pública, para hacer más llevadera la vida en la capital y evitar los niveles de contaminación presentes en la vida cotidiana del habitante urbano. A pesar de aquello, en 1813 el Cabildo denunciaba que "la atmósfera que rodeaba la ciudad estaba cargada de un humo espeso y caliente que causaba notable variación en el temperamento", lo cual lo llevó a tomar medidas a fin de prohibir las recurrentes quemazones de los campos inmediatos a la ciudad. Este tipo de acciones, sin embargo, continuó siendo parte del panorama medio ambiental de buena parte del siglo XIX.

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