retrato masculino
Los retratos masculinos de Tsunekawa presentan una variedad de estereotipos de virilidad. Por una parte, se presenta al hombre que hace la guerra o mantiene el orden: este se muestra fuerte e imponente, con la mirada altiva y una actitud que demuestra la pertenencia a un status especial, dotado de autoridad.
Otro tipo de hombre es aquel que tiene por atributos la experiencia vital y el conocimiento. En este caso, el retratado suele aparecer sentado, con apariencia cansada por la edad, pero manteniendo intactas la distinción y el porte del hombre culto. El sujeto mira directamente a la cámara, demostrando seguridad en sí mismo.
Cabe destacar que el hombre se retrata generalmente solo. En ciertas ocasiones aparece acompañado por su cónyuge o, bien, como eje central del grupo familiar, pero el personaje masculino está concebido para ser fotografiado como un sujeto autónomo. En los retratos filiales, por ejemplo, el papel del adulto estaba reservado para la madre, siguiendo la tradición cristiana. Por ello, un ejemplar fotográfico de los años cuarenta, donde el hombre figura acompañado de su pequeña hija, aparece como una representación excepcional de una identidad masculina más sensible y comprometida con la paternidad.
Finalmente, existe una variante de hombre galán, de estampa arrogante y provocadora, opuesta a una representación del muchacho joven, más dulcificado, portador de una mirada tiernamente seductora.