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retrato infantil

Uno de los temas más recurrentes en la fotografía de Tsunekawa es el retrato infantil. Los niños, sus juegos, la ternura de sus miradas y la expresividad de sus gestos han dejado una espléndida huella en la Colección Tunekawa. Ante nosotros desfilan bebés, niñas y muchachos, engalanados o en actitud lúdica, ataviados de trajes y provistos de juguetes que simbolizan su esencia infantil.

La pericia de Tsunekawa queda de manifiesto en su acercamiento al mundo pueril, considerando que el niño es un sujeto muy difícil de fotografiar. El principio fundamental para obtener una buena fotografía de un niño es que el objetivo se encuentre a su altura, requisito que Tsunekawa consigue ubicando al pequeño sobre un soporte elevado. Asimismo, se vale de la presencia materna para infundir seguridad y tranquilidad en el infante a lo largo de la toma fotográfica.

En gran parte de los retratos los niños aparecen acompañados de juguetes que el propio Tsunekawa mantenía en su taller, como parte de un atrezzo dedicado especialmente al tópico infantil. El fotógrafo recurre a diversos implementos para mantener al niño ocupado y entretenido durante la sesión, objetos que dan cuenta de las modas y gustos del público infantil a lo largo de las décadas: desde un muñeco de conejo, otro del Pato Donald o una sencilla pelota en los años cuarenta, hasta el caballo o el teléfono de los cincuenta.

El retrato infantil fue un espacio que permitió a Tsunekawa desarrollar una vertiente creativa, gracias a la espontaneidad de los niños y al tono lúdico y expresivo que estas fotografías propiciaban. Algunos niños aparecen con grandiosas sonrisas o derechamente invadidos por la carcajada. Otros muestran poses no tan estéticas, donde se ha privilegiado la transmisión de cercanía y naturalidad, como es el gesto del dedo en la boca, ademán típicamente infantil. A lo largo de los años cincuenta este estilo adquiere preponderancia, lo que supone también una mayor desenvoltura del fotógrafo en la toma de tiradas gobernadas por un espíritu más intuitivo y desenfadado.

Lúdico o preciosista, el de Tsunekawa es un acercamiento al universo personal del niño, ámbito que revela sutilmente, acentuando valores como la belleza y la inocencia. La máxima expresión de esta idea se observa en los retratos de guaguas desnudas, que Tsunekawa realiza desde los años veinte y con los que consigue una imagen serena de la gracia natural del niño.

Existen, sin embargo, excepciones a esta naturalidad que caracteriza la representación infantil de Tsunekawa, en las que el niño aparece en un entorno de gran artificiosidad, ataviado con lazos y blusones o posando directamente ante la cámara. Incluso, algunas fotografías retratan a niños disfrazados en medio de una escenografía pintada, donde no parecen sentirse muy cómodos, seguramente porque reproducen, más bien, estereotipos propios de adultos.