Nuevas estaciones
La estación Barón de Valparaíso, fue la primera en ser construida para el ferrocarril entre Valparaíso y Santiago. Su construcción fue bastante singular, ya que fue edificada sobre un puente que se apoyaba en los muros de canalización del Estero de Las Delicias. Esta estación, debió ser reconstruida diez años después, debido a que en 1866, fue parcialmente destruida en el bombardeo de la escuadra española a Valparaíso.
En la década de 1860, las vías férreas comenzaron a extenderse por las calles de Valparaíso. En aquellos años, como una prolongación del ferrocarril hacia el puerto, nació la estación Bellavista; primero como un humilde galpón, transformándose tiempo después en un cómodo y elegante edificio.
En los primeros años de funcionamiento del ferrocarril de Valparaíso a Santiago, los trenes entraban a la capital por la actual avenida Matucana y llegaban a la Estación Central, donde compartían andenes con el ferrocarril del sur. En la década de 1880 se construyó la pequeña estación Mercado, la cual servía de terminal del ramal Yungay-Mercado Central. A medida que el flujo de pasajeros fue en aumento, se hizo necesaria la construcción de un terminal más amplio, de este modo, en 1912 se construyó la estación Mapocho, obra del arquitecto francés Emilio Jéquier. La elegancia y amplitud del edificio motivó el traslado de la Dirección General de los Ferrocarriles y los departamentos de Transporte, Vía y Obras y Contabilidad desde la Estación Central.
La construcción del ferrocarril de Valparaíso a Santiago, también promovió la aparición de una serie de estaciones que darían nueva vida a los pueblos por los cuales pasaba. Un caso emblemático de este fenómeno fue Viña del Mar. Benjamín Vicuña Mackenna, llamaba a Viña del Mar, la hija de los rieles, puesto que antes de la llegada del ferrocarril, Viña no era más que un caserío cercano a Valparaíso.
Por último, el intenso movimiento ferroviario en la quinta región, desencadenó la apertura de muchas estaciones y paraderos intermedios.