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Hijas de Marí­a

El clérigo a cargo de la Iglesia de la Compañía, Juan Ugarte, organizó una congregación de devotas mujeres de élite que se denominaron Hijas de María. Además de las obras pías y los rezos constantes, estas mujeres creían comunicarse directamente con la virgen a través de cartas que depositaban en un buzón en la puerta de la iglesia, el que fue popularmente denominado El buzón de la Virgen. Éste se salvó de las llamas y las cartas fueron leídas por autoridades civiles. Se rumoreaba que no sólo habían solicitudes piadosas, sino indecorosas declaraciones y palabras de poca honra; algunas de ellas, afirmaban los más insidiosos, dirigidas a clérigos para llevar a cabo encuentros amorosos.

Este hecho desencadenó una crítica a la amplia participación del género femenino en la iglesia. Se disputaron los horarios de misa, llegando a prohibirse las misas nocturnas, por posibilitar un transitar femenino poco probo y peligroso, y porque a la salida de la iglesia, cubiertos por el velo nocturno, los pretendientes y amantes tenían un propicio punto de encuentro. Pese a los alegatos de las señoras y los prelados, quienes apelaban que era el único horario en que los sirvientes disponían de libertad de movimiento, se aplicó la norma sentenciada por la autoridad civil.

Entre otras discusiones emergidas de esta tragedia, se criticó también el fervor irracional de los ritos y la suntuosidad de las ceremonias y se apeló a la conversión del culto público a privado. Cabe recordar que todas estas críticas estaban enmarcadas en la pugna entre liberales y conservadores de la época, la que siete años antes había explotado en la llamada "cuestión del sacristán".