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Sacrificio de Arturo Prat

En medio de la improvisación con que se enfrentaba la guerra y que pretendía suplirse con discursos entusiastas, el abordaje e inmolación del capitán Prat causó profunda conmoción en el país y el extranjero. Al principio, su muerte fue tratada con un profundo sentido religioso, que enfatizaba su martirio. También fue interpretada de acuerdo a la contingencia: el gobierno la usó para subir la moral del país y la oposición para desacreditar al gobierno, contrastando el gesto de Prat con lo que consideraba desidia estatal. El pueblo, los periodistas y los escritores aclamaron su heroísmo en las calles, la prensa y la literatura. Los estudiantes de entonces y después le dedicaron elegías y dedicatorias. Luego, el Estado lo institucionalizó en la epopeya nacional: el 21 de mayo pasó a ser una efeméride tan importante como el 18 de septiembre, se le declaró festivo en 1915 y la Constitución de 1925 estableció que las Cámaras iniciaran su legislatura ordinaria en esa fecha. Pero la plena consagración de la figura de Prat advino cuando el pueblo lo convirtió en fuente de devoción, no importándole que perdiera el combate sino que hubiera muerto por el país. Así, el sacrificio de Prat no sólo engalanó la leyenda épica de la Marina chilena sino que devino en el símbolo ideal del patriotismo chileno.