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Sociedades tipográficas (1855-1892)

Durante los periodos de los gobiernos conservadores, entre las décadas de 1830 y 1869, más de dos tercios de la población chilena trabajaba "en labores agrícolas. Los campesinos jornaleros y la tropa carecían de derecho a voto y podían ejercerlo muy pocos militares y profesionales" (Catalán Avilés, Elmo. La propaganda, instrumento de presión política. Editorial Prensa Latinoamericana, Santiago, 1970, p. 49-50), siendo un requisito para ejercer el voto saber leer.

En 1850, se fundó la Sociedad de la Igualdad (1850-1851), una agrupación compuesta por intelectuales de la elite liberal y artesanos que persiguió -entre otros objetivos- estimular la organización de estos últimos en grupos populares, "para enfrentar las desventajas sociales a las que se hallaban expuestos y adquirir representatividad frente a los sectores privilegiados" (Castillo, Eduardo. Puño y letra. Movimiento social y comunicación gráfica en Chile. Santiago: Ocho Libros, 2006, p. 22).

A pesar de que los gobiernos conservadores de Manuel Bulnes Prieto (1799-1866) y Manuel Montt Torres (1809- 1880) se opusieron a la Sociedad de la Igualdad, sus ideas se constituyeron en antecedentes para futuras organizaciones de obreros y proletarios, entre ellas, la primera sociedad tipográfica de Chile, conocida como la Sociedad Tipográfica de Santiago, formada por artesanos gráficos el 18 de septiembre de 1853 (Grez Toso, Sergio. De la "regeneración del pueblo" a la huelga general. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810- 1890). Santiago: DIBAM, 1997, p. 379).

Entre el artesanado de mediados del siglo XIX, el caso de los tipógrafos fue especial pues, según la visión de Eduardo Castillo, habitaron "un territorio indefinido entre los incipientes sectores del proletariado y la clase media, dado que su labor implicaba tanto al trabajo físico como intelectual". En este sentido, tenían acceso a la información y la capacitación en el uso "de maquinaria con la más moderna tecnología de la época" gracias a su relación "con operarios provenientes de países fabricantes". Además, como "esta fuerza laboral mostraba avances respecto a la propiedad de los medios productivos", se habría convertido "en un grupo con proyección hacia otras capas sociales" (Castillo, p. 23).

En la conformación de la Sociedad Tipográfica de Santiago -en la que participaron artesanos y dueños de talleres- destacaron las figuras de Victorino Laínez (1799-), presidente de la sociedad, Jacinto Núñez, su vicepresidente y más tarde propietario de la Imprenta La República, y de José Santos Valenzuela, quien posteriormente tuvo a su cargo la imprenta Nacional y ejerció como editor del periódico gubernamental El Araucano (Castillo, p. 24-25).

Esta organización fue pionera del movimiento mutualista en el país, velando por las necesidades del gremio de tipógrafos. Aun así, las diferencias políticas en el momento de su fundación la llevaron a ser reconstituida el 14 de febrero de 1869 como Sociedad Unión de los Tipógrafos, "excluyendo de su interés a la política, para abocarse al mutualismo" (Castillo, p. 25).

En Valparaíso, el 6 de mayo de 1855, los tipógrafos porteños fundaron la Sociedad de Tipógrafos de esa ciudad, encabezados por Isidoro Ocón, Juan Carlos Valdivieso y Román Vial y Ureta (1833-1896). Esta sociedad se caracterizó por su participaron activa en huelgas y protestas y por una visión comprometida con la definición de un nuevo proyecto de sociedad por lo que, junto al resto del movimiento sindical, presionaron por cambios estructurales en la esfera política y económica (Soto Veragua, Jorge. Breve historia de la imprenta y de la industria gráfica en Chile. Editorial Antártica, 1990, p. 283). Además de la participación política, entre sus objetivos estaba formar una caja de ahorros, velar por el progreso de la tipografía, brindar socorro a los miembros imposibilitados de trabajar y ayudar a las familias de los socios fallecidos (Castillo, p. 25)

Después de la creación de las sociedades tipográficas de Santiago y Valparaíso, otra entidad importante en la defensa del gremio y la propuesta de nuevos horizontes para la actividad gráfica en el país fue la Liga General del Arte de la Imprenta en Chile, creada en Santiago en el año 1892. Este organismo agrupaba a todos los trabajadores del sector gráfico, no solo a los tipógrafos.

Según Eduardo Castillo, "el proyecto más ambicioso y visionario" concebido por los trabajadores de imprenta hacia fines del siglo XIX "fue la Asociación Tipográfica de Chile. Este proyecto, del cual la Liga fue promotora, consistía en la instalación de una gran imprenta a partir de un capital formado por el aporte de los obreros. Ello permitiría brindar servicios disponiendo de infraestructura propia, publicar un órgano de circulación diaria, ofrecer precios que compitieran con los grandes establecimientos, además de otorgar valores preferenciales a los obreros, aunque su objetivo más estratégico era la ansiada 'unión' de los trabajadores gráficos" (Castillo, p. 28).

Los artesanos gráficos, además de ser pioneros en lo que respecta a servicios de previsión social y sistemas de salud, buscaron incursionar en el terreno de las sociedades anónimas, aunque el proyecto de la gran imprenta no logró llevarse a cabo, la idea de una empresa administrada por sus trabajadores aludía a la aspiración de un área de propiedad social, estableciendo precedentes para organizaciones posteriores, principalmente las que llevaron a cabo los movimientos obreros del inicio del siglo XX.